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Dos coincidencias tácticas con el trotskismo y cinco diferencias de fondo

A VECES GOLPEAMOS JUNTOS PERO MARCHAMOS SEPARADOS


SERGIO ORTIZ. 1 de abril de 2023


EMPECEMOS POR LAS COINCIDENCIAS

El Partido de la Liberación (PL) ex Vanguardia Comunista (VC), es marxista-leninista-sanmartiniano, y los partidos integrantes del FIT-U son trotskistas. No pueden ni deben ser metidos todos en la misma bolsa de “izquierda”, como hacen a menudo los medios de comunicación e incluso parte del activismo. La verdad es que tienen algunos puntos de coincidencia y en nuestro caso son más las diferencias, que no son precisamente menores.


Coincidimos con el FIT-U y valoramos su rol en la justa lucha de los movimientos sociales de desocupados, dentro de Unidad Piquetera, y en algunos gremios, como el conflicto del neumático (SUTNA) que fue clave en el año 2022 contra tres patronales multinacionales y monopólicas. En momentos en que la burocracia sindical paraliza a la mayoría de los gremios, pese a la dureza del actual ajuste fondomonetarista, es importante el aporte de los sectores trotskistas, por ejemplo el Polo Obrero, en movilizar a los movimientos piqueteros una y otra vez.


La segunda coincidencia, ligada a la anterior, es que ellos y nosotros repudiamos el ajuste llevado a cabo antes por el macrismo y desde 2021 por el gobierno del Frente de todos, con mayor intensidad desde marzo de 2022 con el acuerdo con el FMI que también votó Juntos por el Cambio.


¿Cómo se expresan esos puntos de acercamiento? En que participamos de marchas a la par de las organizaciones del FIT-U, nos solidarizamos con Eduardo Belliboni, líder del Polo Obrero, ante las amenazas de muerte proferidas por el fascista diputado José Luis Espert. Más recientemente dimos solidaridad a Izquierda Socialista luego que su local en la ciudad de La Plata fuera objeto de un atentado y amenazas por bandas neonazis. También saludamos varias de las intervenciones en el Congreso de la diputada Myriam Bregman, del PTS, de buena trayectoria en Derechos Humanos. Por ejemplo su reciente cruce con la diputada negacionista Victoria Villarruel del partido neonazi de Javier Milei.


Esa táctica nuestra se llama unidad en la acción, o apoyo crítico en los casos puntuales en que hemos votado críticamente a la lista del FIT-U en una elección no habiendo otra opción mejor, como a Bregman en CABA en 2021.


LAS DIFERENCIAS NACIONALES

La primera diferencia nuestra con los partidos trotskistas en relación a Argentina es en la valoración positiva que nosotros tenemos de la Generación Revolucionaria del ‘70, de la que VC formó parte. Es la Generación de los 30.000 desaparecidos. El grueso de los dirigentes trotskistas no formó parte de la misma. Siempre fueron reformistas, electoralistas, sindicaleristas, etc. Acusaron a las organizaciones armadas revolucionarias de foquistas y a nosotros de “izquierdistas” y stalinistas. Ni lucharon antes contra el golpe militar de 1976 ni lo hicieron después, exiliándose la mayoría de sus dirigentes. No fueron organizaciones revolucionarias ni siquiera en el momento del mayor auge revolucionario setentista y mucho menos lo iban a ser cuando aquella marea declinó y se impuso el terrorismo de Estado.


La segunda diferencia actual es que ellos luchan contra el ajuste, pero no tienen una estrategia revolucionaria de elevar esos conflictos y reclamos al nivel superior de la lucha de clases. Se quedan en el plano de los piquetes, sin promover rebeliones populares incluso Argentinazos como es nuestro objetivo: lo fue en los años ‘90 contra el menemo-cavallismo, en el 2001 contra De la Rúa y lo es hoy contra el cogobierno con el FMI. Lo del trotskismo es partir del acampe y luego juntar votos para tener más diputados, concejales, bancas, etc. Su esencia electoralista no ha cambiado. Es una constante porque no solamente ocurre en Argentina sino en el mundo. Una evidencia: los trotskistas no han sido capaces de dirigir ninguna revolución popular en el mundo. Esta no es una chicana. Es una verdad basada en hechos.


La tercera diferencia es que los trotskistas son muy sectarios, incluso entre ellos mismos; se pelean ferozmente por un cargo en una lista de un gremio o de una boleta para una elección nacional. Ese sectarismo, salvo excepciones, lo profundizan hacia otros sectores de izquierda, como el PL, por ser “stalinistas”, y también hacia los compañeros peronistas combativos, muy bardeados por el trotskismo que en general es bastante gorila y antiperonista.


Así como les costó ver un matiz de diferencia entre Daniel Scioli y Mauricio Macri en la elección de 2015 (“Son lo mismo”, decía su candidato Nicolás del Caño), también les cuesta ver una diferencia entre Sergio Massa y Soberanos, entre Alberto Fernández y Julio de Vido, entre los burócratas de la CGT y los compañeros de la Celeste y Blanca de ATE, etc. Por eso, porque son sectarios, les costó tanto a los MST entrar al FIT, que luego de eso se llamó FIT-U (Unidad). Y aún quedó afuera la gente del Nuevo Mas.


La cuarta diferencia, ligada a la anterior, es que el trotskismo no reconoce etapas de la revolución nacional y antiimperialista en los países dependientes como Argentina y en general en el Tercer Mundo. Se oponen al Frente Antiimperialista compuesto por varias clases sociales y capas, porque el enemigo según ellos sería “la burguesía” y el capitalismo en general, sin distinguir entre pequeña y mediana burguesía nacional, de un lado, y la gran burguesía monopolista aliada del imperialismo, del otro.


Para el PL en cambio la línea divisoria es Pueblo o monopolios, Patria o Fondo Monetario Internacional, por la Segunda y definitiva independencia. Para ellos es socialismo desde el vamos, proletariado versus burguesía. Para nosotros la crisis actual demanda un gran Frente Antiimperialista a nivel país, dirigido por la clase obrera y demás trabajadores, pero también integrada por aliados del campo popular, campesinos pobres y medios, pueblos originarios, cooperativistas, comerciantes, pequeña burguesía urbana, estudiantes, intelectualidad progresista, movimientos feministas y ecologistas, Pymes, burguesía nacional no monopolista, etc. Un Frente Antiimperialista debe ser el vehículo hacia una revolución nacional, democrática y popular dirigida por la clase obrera en camino ininterrumpido al socialismo con peculiaridades argentinas y latinoamericanas.


POLÍTICA INTERNACIONAL TAMBIÉN NOS DIVIDE

La quinta diferencia es de política internacional.

Nosotros apoyamos a los gobiernos y pueblos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, México, Irán, China, etc, en tanto los trotskistas denigran y atacan a esos gobiernos y países con diferentes argumentos. Por ejemplo, se lo vio a Jorge Altamira y su partido Política Obrera marchar contra la embajada de Cuba en Buenos Aires en sintonía y apoyo al motín violento y contrarrevolucionario que se había producido en Cuba el 11 de julio de 2021, orquestado por Estados Unidos y la gusanería cubana de Miami.


Los trotskistas dicen que los gobiernos de Miguel Díaz Canel y Xi Jinping son burgueses, represivos y que han restaurado el capitalismo, etc. Falso. Son socialistas. Una de las mayores cosas negativas de la política internacional del trotskismo es su postura reaccionaria en la guerra de Ucrania, donde objetivamente se alinean con la OTAN y el imperialismo yanqui contra la Federación Rusa y las repúblicas del Donbass que venían siendo masacradas desde 2014 por el gobierno de Ucrania. En particular el MST y la Izquierda Socialista son los más reaccionarios en este punto. Hacen marchas y campañas políticas contra Rusia, colectan fondos y dan solidaridad para el gobierno ucronazi de Volodimir Zelensky, como si éste necesitara esa ayuda además de los 50.000 millones de dólares y armas que le proporcionan EEUU y la OTAN.


En ese punto los trotskistas argentinos coinciden con el gobierno de Alberto Fernández que viene apoyando fuerte a Zelensky y Ucrania, a pedido de la administración Biden, contra Rusia.


El PL está desde el mismo 24 de febrero de 2022 a favor de la desnazificación de Ucrania y en contra de la guerra promovida por Joe Biden, la Unión Europea, el Pentágono y la OTAN contra Rusia. Obvia aclaración: Putin no es comunista ni socialista, y la actual Rusia no es la gloriosa Unión Soviética de 1917-1990.


Como parte de esta quinta diferencia, en lo ideológico y estratégico, los partidos trotskistas demonizan a José Stalin y valoran a León Trotsky como si fuera figura más encumbrada de la revolución rusa y mundial. Para el PL el líder soviético que presidió la URSS entre 1923 y 1953, Stalin, fue un gran dirigente comunista que condujo la construcción del socialismo allí, a pesar de la extraordinaria dificultad de hacerlo en relativa soledad mundial y partiendo de una base muy poco industrial y bastante atrasada. Stalin además dirigió política y militarmente la Gran Guerra Patria entre 1941 y 1945, con el PCUS y el Ejército Rojo, salvando al mundo del nazismo. Eso es lo esencial, sus errores fueron lo secundario y no fueron los que señala el trotskismo.


Trotsky, en cambio, sólo trabajó bien entre julio de 1917 (cuando recién fue admitido por Lenin en la dirección bolchevique) y la paz de Brest Litovsk en 1919, a la que se opuso y boicoteó. Desde 1903 siempre fue un semimenchevique, hasta ese breve interregno de dos años. Y desde 1923 degeneró en contrarrevolucionario, complotó contra la URSS y aún en vísperas de la invasión alemana seguía diciendo que para enfrentar a los germanos primero había que “derrocar la dictadura del stalinismo”.

Trotsky escribió el 10 de octubre de 1938: “Sólo el derrocamiento del grupo separatista del Kremlín podrá restaurar la fuerza militar de la URSS. Todos los que de forma directa o indirecta apoyen el stalinismo, todos los que exageren la fuerza de su ejército, son los grandes enemigos de la revolución socialista y de los pueblos oprimidos”.


Sobre esta quinta diferencia con el trotskismo recomiendo estos libros: los dos tomos de Editorial Anteo con los escritos de Lenin contra Trotsky, que luego fueron unificados en un solo ejemplar “Lenin contra Trotsky” por Editorial Rodina (2018); “La otra mirada sobre Stalin”, del lúcido marxista belga Ludo Martens, y “Stalin: Historia y Crítica de una Leyenda Negra”, de Domenico Losurdo. También están los artículos de Mao “Stalin, amigo del pueblo chino” (20 de diciembre de 1939) y de Ho Chi minh, donde cita: “En diciembre de 1935, Trotsky le envió a sus partidarios en China, instrucciones en las que destacaba varias veces esta frase: «No crear obstáculos a la invasión japonesa a China»”.También Enver Hoxha escribió contra el trotskismo. Esos tres líderes sufrieron en carne propia, en las revoluciones china, vietnamita y albanesa, el nefasto papel, directamente proimperialista, de los sectores trotskistas.


Ernesto Che Guevara tomó partido en esta polémica de quiénes son los referentes del marxismo-leninismo y quiénes no lo son. En “Notas para el estudio de la ideología de la revolución cubana”, el 8 de octubre de 1960, dio un clara opinión: “A partir de Marx revolucionario, se establece un grupo político con ideas concretas que, apoyándose en los gigantes, Marx y Engels, y desarrollándose a través de etapas sucesivas, con personalidades como Lenin, Stalin, Mao Tse-tung y los nuevos gobernantes soviéticos y chinos, establecen un cuerpo de doctrina y, digamos, ejemplos a seguir.” (“Ernesto Che Guevara, escritos y discursos” Nº 4, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977).


Ese legado teórico y la enorme obra revolucionaria guevarista fue siempre rechazado por los trotskistas. Sumaron así otra diferencia abismal con nuestro partido, que reivindica al Che como uno de los grandes del marxismo-leninismo, constructor del socialismo martiano en Cuba e internacionalista revolucionario.


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