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Alberto Fernández, cada vez más Alverso Fernández

Sobre el discurso presidencial ante la Asamblea Legislativa.



SERGIO ORTIZ

2 de marzo de 2022


DICEN QUE SOY ABURRIDO…

Así decía Fernando de la Rúa, respecto a muchas críticas que recibía en su decadente presidencia, cuando en 2001 el “blindaje” y el “megacanje” auspiciados por los organismos financieros internacionales se incendiaban.


Alberto Fernández tiene varios parecidos con aquel colega suyo también profesor de Derecho. Además de acuerdos con el FMI y el Banco Mundial ambos tuvieron estrecha relación con Domingo Cavallo y Gustavo Béliz.


Lo de aburrido quedó patentizado en el mensaje de Fernández ante la Asamblea Legislativa del 1 de marzo, porque a lo largo de más de una hora y media hizo lectura de un escrito. A lo largo de esa enormidad no dijo ninguna cosa nueva, por lo que no arrancó ni una ovación espontánea en la bancada oficialista y aliados en el recinto ni tampoco en el público, relativamente escaso afuera del Congreso. Algunas organizaciones no fueron. La Cámpora pegó el faltazo y no fue la única.


Ese clima de aburrimiento tuvo un momento de corte cuando se produjo el chisporroteo con la bancada del PRO, que ya comentaré. Luego todo volvió a la normalidad, o sea al aburrimiento.


Esta dirigencia política del sistema no aprende más. Si no tenés nada bueno que comunicar y encima no tenés novedades, hacela corta y no des tantas vueltas, porque incluso a tus bases vas a poner de mal humor. Una cosa es un mal trago de 15 minutos y otra es estirarlo una hora y media en vivo y por todos los canales.


CUATRO MENTIRAS

Aunque todo el mensaje procuró esconderlo detrás de un montón de referencias a otros asuntos, por ejemplo el balance de lo realizado, que no fue mucho, y los anuncios de nuevas obras y proyectos de ley, el núcleo del discurso estaba alrededor del próximo acuerdo con el FMI.


A tal punto el ministerio de Economía y el Fondo estuvieron retaceando información al pueblo, que recién en enero pasado el presidente se anotició que Martín Guzmán estaba contratando un nuevo empréstito para pagar la deuda odiosa de 44.500 millones de dólares contraída por Mauricio Macri.


Un columnista kirchnerista, Horacio Verbitsky, escribió en El Cohete a la Luna (27/2) que ni el presidente sabía qué se negociaba: “Esta es la reconstrucción del diálogo que sostuvieron entonces, con el aporte de distintas fuentes que escucharon las versiones de cada uno.


AF: Nunca habías dicho que era una refinanciación.


MG: Pero es obvio, se da por supuesto. El FMI no reestructura sus préstamos. Los refinancia”.


Si el jefe de Estado no sabía hasta el 5 de enero pasado la naturaleza exacta de la negociación es obvio que 45 millones de argentinos tampoco, aunque millones de éstos sí entendíamos estar frente a un acuerdo lesivo a los intereses nacionales.


Frente a esa “novedad” blanqueada por Guzmán, el presidente la asumió como propia en su mensaje del 1 de marzo. Y ahí incurrió en la primera mentira, al decir que esa refinanciación no sumará más deuda externa. Textual. “El nuevo programa no acumulará nueva deuda a la ya tomada por el gobierno anterior”. Falso. Ante cada vencimiento de la deuda de 2018 y ahora refinanciada, el FMI prestará esa misma cantidad de dólares, como un mero asiento contable porque las divisas quedarán en Washington. Y ese nuevo préstamo generará intereses que sí aumentarán la deuda externa del país. Esos intereses habrá que ir pagándolos en fecha a convenir, a diferencia de los vencimientos de capital que serían reprogramados entre 2024 y 2036.


¿Cuánto serán esos nuevos intereses por la refinanciación? Según la nota de HV, “aunque nada dice de los intereses que se sumarán a la cuenta, del 4,5% anual por tratarse de un “acceso excepcional”. Aún con la sobretasa, están por debajo de los de mercado, replican los guzmanitas”.


Esa fue la primera mentira presidencial porque su refinanciación supone más deuda externa por medio de sobretasas de interés en cada desembolso-asiento contable.


LAS OTRAS MENTIRAS

En el extenso y aburrido discurso leído por el mandatario hubo otras falsedades aún más graves que la anterior.


La segunda fue que este acuerdo con el FMI no supondrá ningún ajuste ni medidas en contra de trabajadores ni jubilados.


Por el contrario, el economista y profesor Horacio Rovelli estimó cuánto y cómo será ese ajuste en su nota “La Argentina se obliga a un ajuste fiscal y comercial de proporciones, jamás logrado”. Allí precisó: “el ajuste fiscal total del año 2022 es del 0,7% del PIB pero se le debe sumar el menor financiamiento del BCRA en 2,7% del PIB. Por ende el ajuste de las cuentas públicas es del 3,4% del PIB con respecto al año pasado, PIB que se calcula en 416.111 millones de dólares. El ajuste este año con respecto al año pasado (es en pesos) debe ser equivalente a 14.100 millones de dólares, que es prácticamente el 17% del gasto público de la Administración Nacional”.


¿A quién creerle? ¿Al FMI, Fernández y Guzmán que niegan el ajuste, en parte ya empezado en 2021? ¿O a economistas nacionales y populares como Rovelli, Alejandro Olmos Gaona, Andrés Asiain, Claudio Lozano y Alejandro Bercovich que lo demuestran con datos e información?


En contra del FMI y de sus interlocutores gubernamentales actuales juega la historia de los convenios firmados entre las partes desde 1956, cuando el gobierno de la “Fusiladora” ingresó a la entidad. “En resumen, se firmaron 19 acuerdos Stand By, incluido el que firmó Mauricio Macri en 2018, y 3 de facilidades extendidas, que incluyen los de 1992, 1998 y este de 2022”, se lee en El Cronista (19/02/2022).


¿Alguno de esos acuerdos sirvió al país y a la mayoría de los argentinos, y no me refiero solo al de Macri en 2018 sino a los 22? Respuesta obvia. Ninguno fue positivo. ¿Por qué este de Alverso sería la excepción?


La tercera mentira presidencial fue su negativa de que lo negociado supone una suerte de “cogobierno” con Kristalina Georgieva. Incluso se dijo que AF habría llamado al director de un medio para reprocharle que se diera lugar a esas críticas de “cogobierno”. Seguramente habrá sido a medios más importantes que a mi modesto blog, cuya Semana Política del 31 de enero pasado titulé “EL GOBIERNO CONVALIDA LA ESTAFA, PAGA, AJUSTA Y ENDEUDA. Lo peor de todo: el FMI cogobernará la economía y el país”.


El 22 de febrero pasado Sebastián Premici tituló en BAE Negocios: “Co gobierno con el FMI y dudas sobre el ingreso de dólares”. El mismo periodista cinco días más tarde coheteó: “Doble comando. El Memorándum de Políticas Económicas y Financieras da carta blanca al FMI para un co-gobierno”.


Muchos políticos, periodistas, sindicalistas y argentinos han denunciado lo mismo. Una de las más enfáticas fue, como suele ser, Hebe de Bonafini, quien llamó a un paro general. Sacó de raje del local de Madres a la vocera del presidente, Gabriela Cerutti, quien fue repetirle las mentiras del presidente.


Durante los dos años y medio de la refinanciación habrá revisiones trimestrales de la economía argentina por el FMI. Luego, hasta 2034, cuando se termine de pagar el Acuerdo de Facilidades Extendidas, seguirán las revisiones semestrales. Doce años con la lupa del Fondo sobre las cuentas del país, mejor dicho con el bisturí para cortar y amputar, sin anestesia. Una vergüenza para un gobierno que se preciaba de nacional y popular.


LOS TARIFAZOS

La cuarta mentira de Fernández, y con decisiva intervención de su ministro de Economía, consistió en negar más aumentos de tarifas de gas y electricidad, como si el anunciado cese de los subsidios al 10 por ciento más rico alcanzara para cumplir la meta de reducir el déficit fiscal en la medida del acuerdo (del 3.2 al 2,5 por ciento del PBI este año).


Ya se autorizaron subas del 20 por ciento, pero será llevadas al 40 o 45 por ciento en la medida que se firme el maldito acuerdo. En todo caso la promesa discursiva es que las tarifas subirán por debajo de los aumentos salariales. Una verdad a medias, o sea una mentira. Las primeras paritarias están negociándose con un 40 por ciento de aumento salarial y revisión antes de fin de año para elevarlas 5 o 10 puntos, acorde a una inflación que andará por el 50 por ciento o más.


Eso significa que los aumentos de tarifas pueden ser del 45 por ciento, con lo que formalmente sería cierto que quedan apenas un par de puntos inferiores a la actualización de salarios. De todos modos serán impagables para el casi 50 por ciento de la población que vive en la pobreza, incluyendo a buena parte de los asalariados y ni hablar del 40 por ciento de éstos que trabaja en la informalidad.


Para éstos serán tarifazos. Y aunque quieran echarle la culpa a Vladimir Putin y su justificado ingreso en Ucrania, esos aumentos en las facturas del gas, la luz y los combustibles tendrán que ver con el FMI y su exigencia de bajar el déficit fiscal, recortando subsidios del Estado. Y la respuesta del Frente de Todos, “sí bwana”.


Obvio, eso alimentará la inflación, el gran azote de los sectores populares.


VOLTERETAS DEL GOBIERNO

Una voltereta alevosa en el mensaje presidencial fue alabar y hablar maravillas del Memorando de Entendimiento con el FMI, para refinanciar el crédito de Macri, y luego recordar que el gobierno actual había denunciado penalmente ese acuerdo ante la posible comisión de delitos.


En ese momento la bancada del PRO se levantó (no así el resto de JxC) y se fue de la sesión, a los gritos, indignada con la crítica al crédito Trump-Lagarde-Macri que nos dejó el clavo de 44.500 millones de dólares.


El problema es que esa acción penal dejó afuera a los funcionarios del Fondo y sólo se centró en Macri y sus funcionarios. Pero lo peor es que el acuerdo de Fernández-Cristina-Massa, que podría ser avalado en el Congreso por una parte al menos de Juntos por el Cambio, supondrá una legalización del aquel fraudulento crédito que sólo sirvió para fugar al exterior 86.200 millones de dólares.


La refinanciación de Fernández y el Frente de Todos blanqueará aquella estafa. Por lo tanto, más allá de sus protestas políticas, el macrismo puede dormir tranquilo porque no podrán condenarlo por algo que el Ejecutivo actual y el Congreso terminarán avalando como legal y de obligatorio pago.


Las volteretas en economía no son meramente financieras sino profundamente políticas en todo el sentido del término. El 3 de febrero pasado Fernández, de visita en Rusia, se quejó de la excesiva dependencia argentina respecto a Estados Unidos y ofreció que nuestro país podía ser la puerta de entrada para Rusia en Latinoamérica.


En cambio, el discurso del 1 de marzo, el mismo Fernández criticó que “la paz del mundo se altera por la invasión militar de la Federación de Rusia sobre Ucrania. Europa se conmueve mientras el fantasma de una guerra vuelve a levantarse. Otra vez la violencia bélica arrasa vidas humanas”. Putin sería el agresor. Ucrania sería la víctima y no el victimario de ocho años de la población rusa del Donbass. Estados Unidos, la OTAN y gobiernos europeos imperiales, serían países solidarios con el agredido y no el imperialismo que cercó a Rusia y ocupa nuestras islas Malvinas.


Una cosa está profundamente ligada a la otra. Se mendiga la refinanciación del board del FMI donde el voto de Washington decide. Y se paga con dólares, ajuste y cogobierno, y también con una genuflexión de política internacional como hacía mucho tiempo no se veía.


Al menos la bancada de Juntos por el Cambio, fascistoide pero más sincera, tenía la bandera de la reaccionaria Ucrania en el recinto. El FDT no ostentaba ese trapo, pero es parte del contingente atlantista, tratando de disimular a los neonazis del Regimiento Azov.



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