Ahora los peronistas pactan con yanquis y piden plata a marxistas.
SERGIO ORTIZ
6 de febrero de 2022
PÉSIMO ARREGLO CON EL FMI
El acuerdo en líneas generales con el Fondo, anunciado el pasado 28 de enero, “no es para celebrar”, según admitió Alberto Fernández en medio de las críticas desde afuera e incluso desde adentro del FDT.
Por un lado está la reiterada experiencia de Argentina en arreglos con la entidad asentada en Washington y que desde 2018 también tiene su bunker en nuestro Banco Central. Este acuerdo en ciernes será el número 23 en la historia de la relación bilateral, desde 1956. Aunque aún faltan la letra chica, la Carta de Intención y el Memorando de Entendimiento, más las firmas del board del Fondo y de Economía, la intención de ambos es suscribir el compromiso. Que lo puedan hacer, eso dependerá de lo que ocurra en el Congreso, al que será girado para su aprobación. Hay problemas políticos y numéricos no resueltos, ni en el oficialismo ni en la oposición, por diversos motivos donde el patriotismo ocupa un lugar menor.
Y después, para su vigencia, dependerá de la aceptación o rechazo del grueso de la población, pues se descuenta que las minorías del privilegio y los sectores del gobierno y oposición que lo avalen, estarán a favor de que el mismo tenga vigencia. En dos años y medio quieren salvar el crédito fraudulento contraído por el gobierno macrista en 2018, y que las cuotas pospuestas de capital y nuevos intereses se vayan amortizando a lo largo de diez años, desde 2025 en adelante.
Una parte de lo preacordado es visible y otra permanece oculta al público, lo que ya es un indicio de su negatividad.
El gobierno de los Fernández aceptó bajar el déficit fiscal a cero en 2025, dos años antes de lo previsto, y ajustarlo en 2022 a 2,5, un severo ajuste respecto al año anterior. También va en la misma dirección el candado puesto a la impresora de billetes en el Central: sólo 1 por ciento de más emisión monetaria, luego del 3,7 del 2021. Eso será como atarse las manos a la espalda cuando se combate aún con una economía en el bajo nivel de 2019, adonde la había arrojado la hecatombe neoliberal de Cambiemos. La tercera ola de la pandemia todavía hace daño y causa enfermedades y muertes, con más de 8 millones de contagiados y de mas de 122.000 fallecidos. No es una circunstancia donde el Estado pueda atarse de ese modo ante esos poderes foráneos de poca sensibilidad social.
Kristalina Georgieva y su segunda Gita Gopinath han aclarado más que Martín Guzmán que lo firmado implica bajar los subsidios a la energía. Dicho de otro modo, habrá aumentos de tarifas de gas y luz por encima de la inflación, que se vaticina en el orden del 50 por ciento para el año iniciado.
El otro costado hiriente de lo anunciado como victoria del posibilismo o un mal menor por la “correlación de fuerzas” es que las tasas de interés fijadas por el Central serán positivas, superiores a la inflación. Eso desalentará las actividades productivas y alentará la especulación financiera, con pérdidas para el Central, que pagará a los bancos 2 billones de pesos por las Leliq, unos 18.000 millones de dólares.
Último y más importante: el Fondo hará inspecciones trimestrales, tomando examen al gobierno sobre lo acordado. Si cumplió tendrá un desembolso (mero asiento contable), que volverá al Fondo por el préstamo a Macri. Y en caso contrario, nos mandará al descenso o default después de haberle pagado 7.000 millones de dólares desde aquel 10 de diciembre de 2019 cuando los Fernández asumieron frente a una multitud bailando al son de Estelares, “Un día perfecto”.
UN MAR DE CRÍTICAS
El anuncio motivó críticas bien fundadas de economistas del palo nak&pop, como Alejandro Olmos Gaona, Claudio Lozano, Horacio Rovelli y Andrés Asiain, y otros más de izquierda como Alejandro Bercovich; la izquierda en sus variantes partidarias (cuatro miembros del FITU, el PC y PTP socios del FDT, el Partido de la Liberación, etc), de la pluralista Autoconvocatoria por la Auditoría y Suspensión de pagos de la Deuda Externa, los peronistas progres de Soberanxs (Alicia Castro, Amado Boudou y Gabriel Mariotto), Madres como Hebe de Bonafini y Nora Cortiñas, Foro por la Libertad de los presos políticos y otros sectores sociales.
Varios de los mencionados son o fueron parte del kirchnerismo y del posterior Frente de Todos; otros eran y son opositores. Aunque no tenga muchas bancas en el Congreso, fuera de las 4 del FITU, ese espectro crítico amenaza la aprobación del acuerdo fondomonetarista cuando llegue a ambas cámaras. Aún en caso que se alinearan los planetas oficialista y macrista, y aprobaran el engendro, les cabría el dicho de Miguel de Unamuno al general franquista Millán de Astray, “venceréis pero no convenceréis”.
La oposición era previsible porque la izquierda y la Autoconvocatoria ya se habían expresado masivamente el 11 de diciembre en Plaza de Mayo. Ahora está convocada otra protesta el 8 de febrero contra las concesiones virreinales. Y seguirán, a medida que lo acordado llegue al Legislativo.
El debate político es importante, sobre todo si prende y logra el interés y participación de sectores populares, más allá del recinto de Diputados y la más elitista “Cámara Alta”. El tablero electrónico del Congreso puede mostrar determinados números, y eso cuenta para la aprobación de una ley. De todos modos, podría ser letra muerta si los sectores de la población que vienen sufriendo el ajuste macrista, el de la pandemia y el ajuste frentetodista, se decidieran a ganar la calle y decir la deuda es con nosotros no con el FMI, que paguen los que fugaron 86.200 millones de dólares, etc.
Una dificultad extra y nada desdeñable para el oficialismo fue la renuncia de Máximo Kirchner a la titularidad de la bancada de diputados del FDT. Expresó su desacuerdo con la negociación claudicante del presidente y el equipo económico, y con los resultados. Puede haber 20 diputados que piensen como MK y algunos se abstengan (votar en contra sería heroico, pero estos legisladores no son de esas actitudes). Más allá de esas posibles abstenciones, al gobierno y el sector colaboracionista de Juntos por el Cambio, los desvela saber si detrás de Máximo estará su madre, titular del Senado y mujer fuerte del gobierno. Por su silencio, que viene a ser cómplice, no parece ser la inspiradora de la correcta crítica de su hijo, pero se recuerdan sus ataques “a los funcionarios que no funcionan”, al ajuste del gasto público que causó la derrota del 2021 y sus discursos contrarios al FMI.
En principio CFK daría el okey al acuerdo, pero es improbable que salga a militar fuerte y públicamente a favor, con lo que la eventual victoria del gobierno y demás capituladores tendrá ese sello perdidoso de Unamuno.
El peronismo se ufanaba de no ser proyanqui, en su histórica consigna tercerista. Ha involucionado a un movimiento gran burgués que se dobla como un plástico ante Estados Unidos, el FMI y los monopolios.
UNOS DÓLARES, POR FAVOR
A modo de defensa ante las críticas por su doblez ante el Fondo, Fernández mostró un gesto de supuesta independencia al viajar el 3 de febrero a Moscú y luego a Beijing.
En un caso tuvo una reunión con su colega ruso, Vladimir Putin, y en el segundo con Xi Jinping. Al emprender esos periplos el presidente ponía cierta distancia política con la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el FMI, a los que vino adulando mucho tiempo para pedir apoyo a un acuerdo.
A los imperialistas más alevosos de aquellos círculos, como a algunos seudo periodistas argentinos, la llegada a Moscú fue entregarse “a la dictadura zarista y comunista de la KGB”. Y los gestos de buena voluntad con China también prendieron alarmas en el mundillo anticomunista que pinta al país asiático como el mayor peligro para la humanidad.
Para colmo, el diálogo con Putin se hizo justo cuando la OTAN y sus socios, todos bajo el mando estadounidense, están mintiendo con que aquél ya invadió Ucrania o está a punto de ordenarlo. Y con esa cantinela, generan una histeria internacional: los rusos por detonar una guerra mundial.
A China no la acusan tanto de esos planes guerreristas sino de violar los derechos humanos y pretender dominar económicamente el mundo. El ladrón yanqui grita “al ladrón”. ¿Derechos humanos la potencia que quiere extraditar a Julian Assange y condenarlo a 175 años de prisión? ¿Los que tienen 46 años de preso político al indígena Leonard Peltier? Sería cómico sino fuera tan trágico…
Que el presidente Fernández haya ido a esas dos capitales opuestas a Washington tiene un costado positivo. Eso sí, no hay que agrandar la significación del gesto porque no se inscribe en una política independiente, como cuando viajaba a esos lugares Hugo Chávez.
Fernández habló en potencial. Dijo “tendríamos que ver la manera en que la Argentina se convierta en la puerta de entrada para que Rusia ingrese a América Latina de un modo más decidido”. Por menos de eso la CIA lo acusaría de “agente ruso”. El fundador del PCR-PTP, Otto Vargas, lo señalaría como “agente del socialimperialismo soviético”.
No hay nada de eso. Son palabras osadas en boca del presidente de un país cada vez más dependiente de exportaciones primarias, extractivas e hidrocarburíferas, desesperado por reunir dólares para … pagar al FMI y que hagan mejores negocios los grupos concentrados del poder económico, alineados con Washington.
En relación a China, el interés de Fernández es aumentar el acuerdo swap de monedas con ese país, de 17.000 millones de dólares. Y ahora, con la sumatoria del plan de la Nueva Ruta de la Seda, pedir que suban a 20.000 millones de dólares las inversiones chinas.
¿Caería por eso en la baja categoría que el citado Vargas endosó a Néstor Kirchner, de ser “agente del socialimperialismo chino”? Nada que ver. Los gobiernos peronistas, de la gran burguesía nacional, buscan negocios con la potencia económica en auge. Kirchner, con vistas a un proyecto desarrollista; Fernández, para que la economía crezca, semicolonial, y tenga dólares para pagar la maldita deuda.
Hablar bien de Rusia o de China no es sinónimo de afinidad ideológica. Macri se reunió en cuatro oportunidades con Xi y fue a China dos veces. En diciembre de 2018, al recibir a su colega chino tras la cumbre del G-20, declaró: “Cuanto mejor le vaya a China, mejor le irá a los argentinos y al mundo”. Palabras que se lleva el viento…
A los líderes políticos de cualquier partido, como a Messi, no hay que mirarles la cintura sino la pelota, o sea la política concreta. A Fernández, del viejo apotegma peronista de “Ni yanquis ni marxistas”, le quedó apenas el “yo pacto y le pago a los yanquis incluso con los dólares de gobiernos marxistas”.
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