En Argentina el gran elector es el FMI

LOS PRIMEROS CUATRO CANDIDATOS SON PAGADORES SERIALES

LA SEMANA POLÍTICA

SERGIO ORTIZ. 1 de agosto de 2023

ELECCIONES REPARTIDAS, MÁS PARA LA OPOSICIÓN

Faltan doce días para las primarias PASO y las encuestadoras no se ponen de acuerdo en las posiciones y porcentajes de los candidatos. Así de volátil y cambiante es la política argentina. No es un enigma absoluto porque en las 18 elecciones provinciales ha votado el 47 por ciento del padrón y los resultados indican ciertas tendencias, aunque no irreversibles, hacia el 13 de agosto.

La coalición opositora de derecha, Juntos por el Cambio, plantea que de esos comicios provinciales surgiría su triunfo nacional. Enfatiza en sus ocho victorias, sobre todo en Santa Fe, Chaco, Jujuy, San Juan, San Luis y Chubut. Las dos primeras fueron en PASO y hay que aguardar las elecciones propiamente dichas, aunque es posible que los resultados se reiteren. Esta tendencia da pie a la idea de que el 10 de diciembre asumiría un gobierno de derecha, a la derecha del actual, que también nada en esas aguas turbias.

El gobierno de derecha y centro-derecha del Frente de Todos-Unión por la Patria niega aquél pronóstico y alega que ganó en cinco distritos con sus sellos oficiales: Formosa, Tucumán, La Rioja, La Pampa y Tierra del Fuego. Y que en Misiones, Río Negro y Salta triunfaron sus aliados Carlos Rovira, Alberto Weretilneck y Gustavo Sáenz. La carta del supuesto triunfo de la fórmula oficialista Massa-Rossi sería la provincia de Buenos Aires, con el 37 por ciento del padrón nacional y donde gobierna desde 2019. Sin embargo las encuestas tampoco son concluyentes respecto a una victoria del gobernador Axel Kicillof. Tendría 32 por ciento de intención de votos, un capital importante pero no suficiente en tiempos de altísima inflación, decepción del electorado con la democracia burguesa y el deseo de un voto castigo a quienes gobiernan.

Vista la importancia mayúscula de aquella provincia en el resultado nacional surge que fue un acierto de Kicillof no irse de allí detrás de una candidatura nacional, como lo apremió Máximo Kirchner. Estas elecciones están muy polarizadas entre las dos coaliciones, alteradas por líos internos de sus candidatos. A diferencia de lo que decía Perón, tanto los peronistas como los cambiemitas no se están reproduciendo sino peleando.

Las 18 elecciones ya realizadas evidencian una baja participación, que en algunas provincias fue menor al 60 por ciento. En varias el voto en blanco fue tercera o cuarta fuerza, como si ningún candidato fuera votable. Quien esto escribe cree que sí, que hay fuerzas y candidatos votables, como el FITU y Myriam Bregman, pero la realidad habla de aquellas decepciones. Por eso llama la atención el comentario de Horacio Verbitsky en El Cohete, basado en encuestas latinoamericanas coordinadas por la chilena Marta Lagos, de que en Argentina creció la opinión favorable a la democracia. Obvio que muchísimos argentinos celebraron la recuperación del nieto apropiado número 133 y salvo algunos fascistas nadie da la cara por el genocida Videla. Sin embargo, estas elecciones 2023 también sacan a luz el descontento de buena parte de la sociedad con una democracia donde la pobreza golpea a casi el 50 por ciento de la población.

MASSA EL HOMBRE DE LA EMBASSY Y EL FMI

Durante junio y julio el ministro de Economía y presidenciable Sergio Massa se la pasó diciendo que en cualquier momento viajaba una delegación de su ministerio y él mismo a Washington para cerrar la revisión del quinto trimestre del acuerdo con el FMI. Hubo viajes de funcionarios de esa cartera pero no del ministro y recién el viernes 28 de julio la entidad informó de un trabajoso acuerdo que en varios aspectos contradice las expectativas de la parte local. De todos modos Massa hizo los anuncios como si fueran una maravilla. Su rival interno, Juan Grabois, salió a desmentirlo: “el FMI nos está extorsionando y hay que decirlo con claridad”.

Los datos objetivos éstos:

-El examen del Fondo sobre las metas del quinto semestre no fue aprobado en junio y fue derivado junto con las metas del sexto semestre a la consideración del directorio, que pondrá la nota después de las PASO, en la última semana de agosto.

-Si bien el Fondo reconoció el factor sequía, que según Massa disminuyó las cosechas en 20.000 millones de dólares, también criticó algunos aspectos de la política del gobierno y le reclamó mejores resultados. ¿En qué temas? Textual: “contener el crecimiento de la masa salarial, aumentar las tarifas de energía, focalizar mejor la asistencia social y racionalizar las transferencias a provincias y empresas estatales”. Agregó que hubo “desvíos y retrasos de las políticas oficiales”.

-Massa tampoco logró distender la meta del ajuste fiscal de un déficit de 1.9 por ciento del PBI para este año. Se la ratificaron. El ajuste en contra de las necesidades populares será más feroz en esta segunda parte del año pues en el primer semestre los números fueron deficitarios en 1,1 por ciento pese al ajuste significativo del gasto público.

-El ministro fantaseaba con que el Fondo le iba a girar 10.600 millones de dólares por los desembolsos de junio, septiembre y diciembre, con los que pagaría los vencimientos con la entidad. Error. Le girarían 7.500 millones si el directorio aprueba las metas antes de irse de vacaciones. Ese dinero volverá al mismo FMI, en concepto de pago tras la legalización y reprogramación de los vencimientos de la deuda ilegal y fraudulenta del gobierno de Mauricio Macri. En estos días vencieron 2.644 millones de dólares y otros 805 millones, de aquella deuda. Y Massa salió a tomar más deuda para pagar deuda: mil millones del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y 1.700 millones en yuanes, autorizados por el Banco del Pueblo de China.

Como las reservas del Banco Central son negativas en 8.000 millones de dólares, el ministro y presidenciable anunció, en sintonía con el FMI, varias medidas para reunir divisas a cómo de lugar. Puso un cuarto “dólar agro” a 340 pesos hasta fin de agosto para el maíz y otros productos. También aumentó el dólar para importadores, con un Impuesto País del 25 por ciento para productos importados y otra tasa del 7,5 para servicios.

Esos movimientos alcistas del dólar repercuten en los precios internos, como se ve en carne vacuna, pollo y cerdo. La inflación de julio será del 7 por ciento (un punto más que en junio) y en agosto puede ser del 9. Esto tendrá impacto electoral porque pega directo en la mesa de los argentinos, más allá que la estadística del Banco Central sobre precios se postergó para después de las PASO.

LOS OTROS SON PEORES

Cuando se puntualizan estas críticas sobre el candidato oficialista salen sus defensores a recordar que los dos presidenciables de Juntos por el Cambio son peores. Esto es así, y ya volveré sobre este punto, pero permítanme recordar el prontuario del hombre de la Embassy, que sus defensores también conocen pero lo ponen abajo la alfombra para no dar explicaciones.

Massa fue secretario general de la Juventud de la UCeDe del capitán de ingenieros Álvaro Alsogaray y de ahí emigró al menemismo, igual que ese esperpento gorila y su hija María Julia, la privatizadora de SOMISA. Luego pasó al kirchnerismo, dentro del ANSES, donde no creía en la estatización de las AFJP. Entre 2008 y 2009 fue jefe de Gabinete de CFK, emigrando para construir su Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires. Allí trajo la línea represiva del Manhattan Institute de William Bratton, ex comisionado de la Policía de Nueva York. Cuando Massa se retiró del Gobierno, le dijo durante un almuerzo a la embajadora de Estados Unidos, Vilma Socorro Martínez, que “Néstor es un cobarde, psicópata y enfermo”. En las elecciones de 2013 su Frente Renovador puso de enemigo al Frente para la Victoria y lo derrotó en Buenos Aires. Eso lo proyectó como presidenciable en 2015, donde salió tercero con 15 por ciento, pero ayudó a la victoria de Macri sobre Scioli-Zannini.

En enero de 2016 acompañó a Macri al Foro Económico de Davos. Entre 2016 y 2017 su bancada, con liderazgo de Diego Bossio y Graciela Caamaño, le votó al macrismo 222 leyes de ajuste y entrega. Acusó al kirchnerismo de haber asesinado al suicida fiscal Alberto Nisman. En las elecciones de 2017 decía que metería preso a “los ñoquis de La Cámpora”. Recién sobre el filo de las elecciones de 2019, al igual que el socio y armador de Clarín, Alberto Fernández, Massa entró al Frente de Todos. Desde la presidencia de la Cámara de Diputados logró en marzo de 2022 que la bancada del gobierno y la de Juntos por el Cambio votaran el infame acuerdo con el FMI, para legalizar la estafa y comenzar a pagarla.

Desde agosto de 2022 Sergio Massa es el ministro del ajuste en cogobierno con el FMI, mientras mantiene sus excelentes relaciones con Washington, en especial con Juan González, director para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca. Massa y González, un solo corazón…

Por supuesto que Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, que compiten por Juntos por el Cambio, y ni qué hablar el fascista Javier Milei, son peores que el proyecto proimperialista de Massa. Si bien aún no han “blanqueado” del todo sus proyectos de gobierno, sí han declarado sobre temas básicos ante convenciones empresarias (la última ronda de exámenes fue en la Suciedad Rural, donde también estuvo Massa abrazando al titular de ésta, Nicolás Pino).

Allí los candidatos amarillos se comprometieron a devaluar cuanto antes, con lo que la disparada de precios internos sería alevosa. También a cortar el gasto público tal como reclama el Fondo, y a disminuir salarios y jubilaciones, y encarar una reforma laboral y otra previsional. Bullrich propuso pedir más deuda al FMI para un “blindaje” similar al fracasado en diciembre de 2001, lo que dio pie a que su rival interno la chicaneara. No sólo Milei aspira a privatizar o cerrar a empresas estatales como Aerolíneas Argentinas. Las “low cost” tuvieron su apogeo en tiempos macristas.

Y como es obvio, esos ajustes y eliminación de conquistas sociales y laborales van a requerir una represión policial y de las fuerzas de seguridad en un nivel mucho más criminal que entre 2015 y 2019. Justo hoy se cumplen seis años de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, tras la intervención de la Gendarmería en el Pu Lof Cushamen de Chubut, siendo Bullrich ministra de Seguridad de Macri. Ese prontuario quedará chico en comparación con lo que se viene en esta nueva etapa más que autoritaria, de “todo o nada”.

Es muy angustiante analizar las perspectivas electorales y advertir que los cuatro candidatos con más chances son pagadores seriales de la deuda externa fraudulenta y que eso conducirá a más represión. No es que no haya nadie a quien votar porque, como señalé antes, tengo decidido a hacerlo por el FITU y Bregman. Esta boleta no ganará el comicio, pero sirve para apoyar a quienes han denunciado el ajuste, de palabra en el Congreso y en las calles. Es un voto con gusto a poco el 13 de agosto pero con gusto a mucho en el futuro. Y sobre todo sirve para que quien vote no se pegue un tiro en el pie al sufragar por uno de los cuatro candidatos del gran elector, el FMI (Bullrich, Larreta, Massa y Milei).

Termino con un ejemplo que ojalá deje pensando a más de uno: Milagro Sala cumplirá el 16 de enero próximo ocho años de presa política. La detuvo y condenó Gerardo Morales y su justicia cómplice, pero los ocho años de prisión se dividen en mitades exactas. Cuatro años con el macrismo y cuatro años con el Frente de Todos-UxP. No son iguales, pero se parecen bastante. Ah, por si lo olvidaron, el vicegobernador del carcelero Morales fue estos ocho años Carlos Haquim, del partido renovador de Massa.