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En Ucrania la línea política divisoria no es finita ni confusa, sino ancha y clara

OTAN, EE.UU. y neonazis de Ucrania son los agresores.



SERGIO ORTIZ

16 de marzo de 2022.


¿QUIÉN ES EL AGRESOR?

En el conflicto político y militar, geopolítico, de Ucrania, como en todos los que suceden en el mundo, hay muchos intereses contrapuestos; cada sector busca fortalecer sus posiciones y degradar las del enemigo. Para los argentinos el caso que nos ocupa añade una dificultad extra: queda lejos, geográficamente hablando. El desconocimiento es mayor que, por ejemplo, un conflicto en Nuestra América.

Si a eso se le suma el manejo de diarios, televisión, radios, redes, etc, un bombardeo de información falsa y sesgada de los defensores del imperialismo y la reacción ucraniana, entonces el esclarecimiento de la verdad es más dificultosa. En particular en nuestro país, donde dominan el monopolio Clarín y otras ramas dependientes del gran capital local, trasnacional y de la embajada de Estados Unidos. Este conflicto en Europa del Este patentiza la ausencia de la ley de servicios de comunicación audiovisuales extirpada por el gobierno de Mauricio Macri mediante decreto y nunca repuesta por la administración del Frente de Todos. Ni con otra ley ni decreto del Ejecutivo.

Y en consecuencia, el monopolio de Héctor Magnetto y otras basuras como Gaceta Ganadera (La Nación y La Nación+), América, Telecentro, Desinfobae, Cadena 3, etc, tienen el control casi absoluto del relato y la desinformación. En este caso, para presentar a Vladimir Putin como un gemelo de Adolfo Hitler y a la Federación Rusa como sinónimo del III Reich.

¿Quién es el agresor y quién el agredido? Es la cuestión esencial en un conflicto tan grave y que viene costando miles de vidas humanas desde 2014 y no solamente desde el 24 de febrero pasado cuando comenzó la “operación militar especial” de Moscú.

El mentado “sentido común” (el menos común de los sentidos) dirá que el agresor es Rusia porque sus tropas entraron a territorio ucraniano. Falso. El agresor es el gobierno ucraniano de Volodomir Zelenski desde 2019 y Petro Poroschenko desde 2014, que asesinaron a 15.000 personas de origen ruso en la región del Donbass. Hace ocho años de esa represión con visos de genocidio por la fuerza armada ucraniana y el Batallón Azov, de corte nazi y que hasta esvásticas porta con todo orgullo. Son los que rinden homenaje al nazi ucraniano Stepan Bandera, colaborador de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y homenajeado en la Ucrania post 2014 como héroe nacional.

Ese año los pobladores de Donetsk y Lugansk votaron en referéndum su decisión de convertirse en naciones independizadas de Kiev. Lejos de respetarse esa voluntad súper mayoritaria, desde la capital se redobló la represión con el saldo ya apuntado de civiles muertos. Queda claro quién fue el agresor y quién el agredido...

No es una mera cuestión del pasado. En la confrontación reiniciada en febrero pasado, el gobierno de Zelenski volvió a atacar al Donbass con artillería, aviación y misiles provistos por la OTAN. Por ejemplo, el 14 de marzo un misil táctico Tochka-U mató a 20 civiles en Donetsk y dejó a 28 personas heridas. Ese odio neonazi se multiplicó desde el 21 de febrero último, cuando se proclamaron las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, inmediatamente reconocidas por Moscú. Kiev entonces redobló la represión y Putin se vio en la necesidad de iniciar la “operación militar especial”, en apoyo a esa población y también para preservar la seguridad rusa.


EL GRAN TITIRITERO ES LA OTAN

Los crímenes del gobierno de Zelenksi aumentan todos los días. Sus soldados y en especial los del Batallón Azov asesinan a civiles para evitar que huyan de las ciudades cerca de las cuales se lucha contra los rusos y los milicianos del Donbass. Aquellos asesinos quieren muchos civiles cerca para usarlos de escudos, toda vez que Putin cumple con su promesa de que el operativo busca desmilitarizar y desnazificar Ucrania, y fijó sólo blancos militares. El 13 de marzo los rusos destruyeron dos centros de capacitación del Ejército de Ucrania y abatieron a 180 mercenarios extranjeros. Atacaron con armas de alta precisión los centros de capacitación del Ejército de Ucrania en el poblado Starichi, a las afueras de Leópolis, y en el polígono militar Yavórovski.


El gobierno ruso ha concurrido con buena onda a las tres reuniones físicas y otras virtuales de las dos partes beligerantes en ciudades de Bielorrusia. Ha reiterado allí sus demandas de seguridad y favor del Donbass, y ha validado los corredores humanitarios para la evacuación de civiles. El gobierno reaccionario de Kiev no respeta esos compromisos, siguiendo la línea de incumplimiento de los acuerdos previos de Minsk en 2014 y 2015, lo que agudizó el conflicto.


Lo realizado por Zelenski es criminal, pero el gran titiritero es la OTAN y dentro de ésta el gobierno de Estados Unidos. Alentaron políticamente a Ucrania a reprimir en el Donbass para poder ubicar allí tropas y armas apuntando a Rusia desde más cerca. Washington, Londres y otros gobiernos europeos vienen surtiendo de armas, apoyo económico y adiestramiento militar a su socio ucraniano. También aumentaron sus fuerzas militares en Polonia, Alemania y países bálticos, cercando a Rusia.


Además Zelenski es un gran corrupto. En octubre de 2021 los “Pandora Papers” revelaron que con dos socios operaba una red multimillonaria de empresas en Islas Vírgenes Británicas, Chipre y Belice.


Como frutilla podrida del postre debe añadirse que los militares rusos encontraron documentación de la existencia de 6 plantas de experimentación de armas biológicas de EE UU, en Ucrania. Eran de Southern Research Institute, ligado a una contratista del Pentágono. En total había 26 bases de ese tipo, que la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, la misma que intervino en 2014 en el golpe de Estado con epicentro en la plaza del Maidán, admitió que eran 13. Rusia denunció eso y China reclamó a Joe Biden las explicaciones del caso, que por supuesto no llegaron.


Desde 1999, cuando celebró sus 50 años de maldita existencia cuando la guerra de agresión contra Yugoslavia, la OTAN se convirtió en una organización militar agresiva. Cayó su débil careta de “entidad defensiva” y adoptó su teoría de las “guerras por razones humanitarias”. De sus diez fundantes se fue agrandando, siempre hacia el Este, amenazando a Rusia y también a China, al sumar a 14 países que hasta la implosión soviética de 1991 habían pertenecido al bloque socialista del este europeo. Violó sus compromisos noventistas de no avanzar “ni una pulgada” en dirección a Moscú, como le dijo el secretario de Estado James Baker al renegado Mijail Gorbachov. Así contabilizó hasta ahora a 30 socios atlánticos, con Washington como mariscal en jefe y Londres su oficial más fiel.


Sumar a Ucrania era clave por su frontera con Rusia y Bielorrusia. En ese caso, desde el sur, y por los países bálticos desde el norte, la OTAN tomaba a Rusia en una pinza militar. Putin pidió muchos años que aquella retirara sus bases y armamentos ofensivos de los ex países socialistas vecinos. Y que Ucrania no fuera aceptada como miembro pleno número 31 (de hecho sí lo es). El Comando de Operaciones Especiales de EE UU entrenó militares ucranianos desde 2014 y planificó acciones de agresión a Rusia, en la antesala del ingreso de Ucrania a la OTAN.


Cuando sintió el filo de aquellas armas convencionales y misilísticas cerca de su corazón, el Kremlin ordenó el avance de sus tropas. ¿Es una invasión o es una maniobra de autodefensa? Opción 2.


Entre la OTAN y sus representaciones políticas, esto es EE UU y los 27 socios de la Unión Europea, siguieron entonces la guerra por medios económicos. Adoptaron una batería de sanciones contra las exportaciones rusas, sus bancos, empresas y medios periodísticos como Russia Today y Sputnik, etc. En el ambiente de rusofobia creado, incluso deportistas, artistas y intelectuales han sido objeto de discriminación, sanciones y exclusiones. No les bastó con desenganchar a bancos rusos del sistema SWIFT y dificultar sus operaciones, sino que han prohibido clásicos rusos de literatura y música. Imbéciles heladeros de Córdoba han dejado de vender “crema rusa”.


Ahí se nota la mano del imperio, porque a Rusia la excluyeron del Mundial de Fútbol en Qatar 2022, y a sus tenistas y automovilistas de los torneos. A EE UU no lo echaron de competencias por invadir Afganistán, Irak y Libia. Ni a Israel por cometer genocidio contra el pueblo palestino. Tampoco al Reino Unido por ocupar Malvinas y poner allí una base militar de la OTAN.


DEL LADO INCORRECTO

Si bien el gobierno argentino no ha sido el más obsecuente con la agresión estadounidense-atlantista en Ucrania, sí ha tomado una postura alineada con ésta. Los diputados del Frente de Todos no llegaron al extremo de poner en sus bancas la bandera de Ucrania como sí lo hicieron sus colegas de derecha-derecha de Cambiemos, durante el tratamiento de la ley de acuerdo vergonzoso con el FMI. Igual han condenado “la invasión de Rusia” como si fuera la agresora. Así lo hizo el comunicado oficial de la cancillería, difundido por la portavoz presidencial, y en foros internacionales, por ejemplo el canciller Santiago Cafiero en el Consejo de DD HH de la ONU en Ginebra. El jefe de Gabinete Juan Manzur fue a la embajada de EE UU, junto al encargado de negocios de Ucrania, con bandera y todo. Luego tuiteó: “En la Embajada de Estados Unidos junto a Marc Stanley y el Encargado de Negocios de Ucrania, Sergiy Nebrat, ratificamos la posición de la ONU condenando la invasión a Ucrania. 141 países exigimos el cese del ataque por parte de Rusia y la preservación de la vida como bien supremo”.


Ese alineamiento pro OTAN del gobierno frentetodista tuvo dos causas. Una es su oportunismo y péndulo entre el imperio y la “tercera posición”, muy alejado del antiimperialismo de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. La otra causa, también política es que Alberto Fernández y su ministro Martín Guzmán estaban desesperados por un aval norteamericano a su pedido de algunas facilidades extendidas para caer en otra trampa y deuda con el FMI. Como se dice, “billetera mata galán”.


Ya aclaramos en mi nota del 26 de febrero, Putin no es Lenin ni Stalin, y la actual Rusia no es la socialista URSS. Es capitalista sin llegar a ser imperialista en todo el sentido de la expresión. Y en este conflicto tomamos una posición en defensa suya y de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk; en contra de EE UU, la OTAN, el gobierno de Zelenski y los neonazis de Ucrania. Deseamos su victoria política y militar, cuanto antes, para reducir el costo en vidas de ambas partes, sobre todo de la población del Donbass y el país, y de los militares rusos. Si esa victoria se demora un tiempo más eso se debe a la preocupación del gobierno ruso por no afectar con acciones militares a los civiles. Sus procedimientos no son los que usó la OTAN contra Yugoslavia e Irak, con bombardeos masivos e indiscriminados. El blanco de los rusos son los militares ucranianos y los mercenarios neonazis reclutados para luchar contra Rusia. Hay anotados para ir 20.000 mercenarios de 52 países. Con éstos no debe haber ninguna contemplación. ¡Leña a esos neonazis!


Hay muchos candidatos en el “periodismo” argentino que están al tope del ranking reaccionario. A riesgo de ser injusto, porque el premio “Forro de USA” lo merecen varios, se lo damos al responsable de internacionales de Clarín, Marcelo Cantelmi. El 11 de marzo su columna se tituló: “El Führer ruso entre el laberinto ucraniano y los fantasmas de “la guerra de invierno”. La bajada aseguraba: “La pesadilla rusa no es solo entrar, también lo será salir de Ucrania con alguna ganancia. El balance en cualquier caso será ruinoso”.


¿Tanto le pide el embajador Marc Stanley a Clarín y tanto le exige Magnetto a Cantelmi? El próximo 4 de julio estos se van a vestir no de cowboy sino como el Batallón Azov para festejar el día de la independencia en la Embassy.


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