Los yanquis invaden países y tienen 625 bases militares en el mundo.
SERGIO ORTIZ
26 de febrero de 2022
¿QUIÉN VIOLÓ LOS DERECHOS HUMANOS EN UCRANIA?
Es muy grave la situación política y humanitaria en Ucrania, pero esto no ocurrió desde el 24 de febrero pasado cuando ingresaron tropas rusas. Se inició como mínimo desde el golpe de Estado en 2014 propiciado por el imperialismo norteamericano y la reacción ucraniana contra el gobierno del entonces presidente Viktor Yanukovich. Desde entonces han transcurrido ocho años de agresión de Estados Unidos y los 27 socios de la Unión Europea contra el pueblo ucraniano, en especial contra 4 millones de pobladores de origen ruso que habitan la zona oriental, Donbass, quienes conformaron las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Ellos han sufrido toda clase de agresiones y bombardeos de gobiernos ucranianos alineados con Washington y la OTAN, con el saldo de 15.000 muertos entre la población civil. En las últimas semanas, por el recrudecimiento de esa agresión, unas 80.000 personas tuvieron que abandonar el Donbass y refugiarse en la Federación Rusa.
Esa represión contra la población rusa del Donbass fue llevada adelante por el aparato represivo gubernamental de Volodymyr Zelensky con sede en Kiev, y en especial por el regimiento Azov, neonazi. Este se basó en los grupos parapoliciales fascistas del partido Svoboda y de Pravyi Sector que participaron del golpe de Estado de 2014, con epicentro en la plaza Maidán, alentados allí por funcionarios del Departamento de Estado como Victoria Nuland. Estos neonazis fueron luego institucionalizados por el gobierno de Ucrania como parte de la Guardia Nacional, dependiente del ministerio del Interior, con muchos efectivos y moderno armamento. Reprimen con hitleriano vandalismo a la población civil rusa, como lo hicieron en mayo de 2014 con la sede de los Sindicatos en Odessa. Le prendieron fuego con 100 personas adentro, muriendo carbonizada la mitad.
El gobierno ucraniano de Zelensky busca su ingreso a la OTAN como miembro número 31 y servir de base para las agresiones contra Moscú, además de continuar sus ataques contra el Donbass. La autonomía de esa región, supuestamente garantizada por los acuerdos de Minsk, firmados en esa ciudad de Bielorrusia en 2014 y 2015, nunca fue respetada por Kiev.
Ante esos actos de genocidio cometidos por Zelensky, sus tropas y el Regimiento Azov, y las graves amenazas al territorio de Rusia, el presidente Vladimir Putin entendió que habían caído en saco roto sus reiterados intentos diplomáticos. El 21 de febrero pasado reconoció la existencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, y firmó acuerdos políticos y de seguridad con ambas. Y tres días más tarde, luego de nuevas agresiones militares de Kiev contra esas poblaciones del este ucraniano, dispuso un “operativo militar especial”. Putin dijo que no tenía otra opción, que las Repúblicas Populares del Donbass habían solicitado la ayuda rusa y que “Rusia no puede existir con una amenaza constante que emana del territorio ucraniano”.
Moscú no ha atacado población civil ni a ciudades sino objetivos militares ucranianos. Putin y su canciller Serguei Lavrov aclararon que no tienen intención de ocupar territorio de ese país. Han reiterado sus condiciones de los últimos años: que Ucrania no se sume como nuevo miembro de la OTAN y que ésta retroceda las bases militares que fue implantando en países que fueron socialistas hasta la implosión de la URSS. Hasta el 21 de febrero pasado Moscú exigía que Kiev cumpliera con los acuerdos de Minsk, respetando la autonomía de Donetsk y Lugansk. Ahora que estas han proclamado su independencia, quiere que se las acepte como tales, como parte del derecho a la autodeterminación de las naciones.
EL PROBLEMA NO ES RUSIA SINO LA OTAN
El gobierno reaccionario de Zelensky y sus socios mayores de la OTAN fingen ser objeto de una invasión rusa, que no es tal. Ellos son los agresores en el Donbass y, en proyección, contra Rusia, acercando a sus fronteras las bases militares y armamentos ofensivos de la alianza atlántica. Desde la disolución de la URSS, la alianza atlántica ha incorporado 14 nuevos miembros en dirección al Este, ubicando armamento y bases en Polonia, Rumania, Eslovaquia y países bálticos. Violaron los compromisos adquiridos a fines de los ‘80 y principios de los ‘90 de no avanzar “ni una pulgada” hacia fronteras rusas. Así esta alianza militar agresiva para con la paz mundial llegó a sus actuales 30 miembros. Y Ucrania quiere ser la número 31, pegada a la frontera rusa. Esa fue la gota que colmó el vaso de la seguridad moscovita...
Las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk requieren solidaridad de todo el mundo. El gobierno ruso hizo durante estos ocho años esfuerzos diplomáticos y pacíficos, en vano porque sus peticiones no fueron escuchadas. Y ahora no tuvo más remedio que golpear algunos puntos militares del gobierno y las FFAA ucranianas, protegiendo a aquellas repúblicas y a la Federación Rusa misma.
El imperialismo y la reacción mundial, incluida la derecha argentina y los grandes medios de incomunicación, presentan a Rusia como si fuera la agresora y a la OTAN como una entidad de caridad. Ocultan los crímenes del gobierno ucraniano, su regimiento Azov y demás contingentes neonazis, continuadores de la tradición ultranazionalista (con zeta) de los ucranianos colaboradores de Adolf Hitler en la II Guerra Mundial, como el agente nazi Stepan Bandera. Putin dijo muy bien que el objetivo de la entrada de los rusos era “desmilitarizar” y “desnazificar” el gobierno de Ucrania, y llevar ante la justicia a los responsables del genocidio contra el Donbass.
Durante este operativo ruso las fake news y mentiras en las redes y los medios de comunicación están multiplicadas. Videos falsos, videos de tanques que aplastan un auto y son presentados como rusos y resulta que eran ucranianos, y así de seguido. Además de las agencias internacionales de desinformación, onda Fox y CNN, también pesan las coberturas del grupo Clarín, América y otros “lamebotas yanquis”. Y en la misma dirección una larga lista de medios ucranianos financiados desde hace años con decenas de miles de dólares cada uno por la Fundación Nacional para la Democracia (NED), dependiente del Senado norteamericano.
La defensa de la paz mundial pasa por la derrota de la OTAN y su disolución, así como por el fracaso de los planes de EE UU, la UE, el Pentágono y el cierre de 625 bases militares estadounidenses en el mundo, incluida la de la OTAN en Malvinas. Además de imperialistas, los cabecillas atlantistas son tan cobardes y falsos que el 25 de febrero el presidente ucraniano se quejó: “nos han dejado solos”.
En rigor no lo dejaron tan solo. Sí, en el plano militar, porque esos gobiernos, comenzando por el de Joe Biden, con una popularidad a la baja del 40 por ciento, no quieren enviar soldados propios al frente de batalla. El miedo no es zonzo…
Tanto EEUU como sus socios atlantistas, con alguna que otra reticencia, han comenzado a aplicar graves sanciones económicas, comerciales y financieras contra la Federación Rusa. Con eso van a hacer bastante daño, pero en principio no inclinarían la balanza de esta confrontación militar, muy favorable a las tropas rusas. Una victoria rusa sería un gran aporte a la paz mundial y a un mundo multipolar, con Rusia, China y los países No Alineados con mayor influencia.
BASTANTE MAL EL GOBIERNO ARGENTINO
El presidente Alberto Fernández y el canciller Santiago Cafiero adoptaron una pésima postura respecto al conflicto. Criticaron en primer término a Rusia como si fuera el agresor. “La República Argentina, fiel a los principios más esenciales de la convivencia internacional, hace su más firme rechazo al uso de la fuerza armada y lamenta profundamente la escalada de la situación generada en Ucrania. Las soluciones justas y duraderas sólo se alcanzan por medio del diálogo y compromisos mutuos que aseguren la esencial convivencia pacífica. En ese comunicado del 24 de febrero, insta a la Federación de Rusia “a cesar las acciones militares en Ucrania”.
Llamó la atención esa postura porque el 3 de febrero pasado Fernández había estado en Moscú, quejándose de la excesiva dependencia de Argentina respecto a EE UU y ofreciéndose como “puerta de entrada” a Rusia a nuestra región.
La voltereta oportunista de poner como blanco a Rusia está ligada a la necesidad política del Frente de Todos de congraciarse con Washington. Mendiga un mejor trato con el FMI en la negociación para un acuerdo vergonzoso que empiece a pagar el crédito fraudulento concedido a Mauricio Macri en 2018.
La oposición derechista de Juntos por el Cambio, por supuesto, desde el primer día se alineó con Washington y el gobierno reaccionario de Ucrania. Mauricio Macri tuiteó: “Quiero condenar la acción de la Federación Rusa como un ataque directo a la vida humana, la paz y la libertad de Ucrania y del mundo”. Este tuit y los de Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta, Gerardo Morales y María E. Vidal parecían salidos del Regimiento Azov...
La postura claudicante del gobierno argentino sobre Ucrania busca el justificativo de que no se puede avalar la separación de Donetsk y Lugansk porque podría ser usada en contra nuestra para avalar la “independencia” de Malvinas. Esto es falso. Desde el trabajo de José Stalin “El marxismo y la cuestión nacional” (1913), sabemos que el derecho a la autodeterminación de las naciones debe ser siempre concreto e históricamente relacionado con las preguntas de ¿independencia de quién y por parte de quién? Stalin ponía de ejemplo: apoyar la lucha del emir de Afganistán por la independencia, a pesar de sus ideas monárquicas; y la lucha de los comerciantes egipcios por la independencia, a pesar de su condición burguesa, porque esos separatismos debilitaban al imperialismo. El líder soviético condenaba al gobierno “socialista” británico por querer mantener a Egipto como súbdito.
Con ese criterio correcto, hoy debe apoyarse la independencia de Puerto Rico y no la de Taiwán ni del Tibet; apoyar la independencia de Donetsk y Lugansk, y no la de los kelpers en Malvinas. Todo lo que debilite al enemigo principal, imperialista, debe ser apoyado. Lo que divida y debilite a un país socialista o del Tercer Mundo, debe ser rechazado.
PUTIN NO ES LENIN NI RUSIA ES LA URSS
La Federación Rusa de hoy no es la gloriosa nación socialista que existió desde la revolución de 1917 (formalmente la URSS se creó en 1922) hasta su disolución formal en 1991 (en los hechos la venía aniquilando la “perestroika” de Gorbachov y luego Yeltsin). Hoy es un país capitalista desarrollado, con grandes burgueses y banqueros privados y un gobierno afín, pero con algunas reservas políticas, económicas y militares que vienen de su vieja época. Tiene serias contradicciones con la OTAN y el bloque más agresivo que quieren instalar en Ucrania misiles nucleares que pegarían en Moscú en 5 minutos de viaje. La Federación de Rusia tiene posiciones amistosas con China, Cuba, Venezuela, Nicaragua y demás países. Es parte de un mundo multipolar y no del viejo orden imperial que reclaman las belicosas, pero decadentes Casa Blanca y la Unión Europea.
Por eso, sin enamoramientos con Putin, se falsifica completamente la historia al compararlo e identificarlo con Hitler. ¡Los nazis son los gobernantes ucranianos y el Regimiento Azov que agitan banderas con la cruz esvástica!
El presidente ruso en su mensaje del 21 de febrero pasado cuestionó como errores de Lenin, Stalin y los bolcheviques el haber alentado la creación de Ucrania en 1917 y su incorporación a la URSS en 1922, así como haberle entregado Crimea en 1954.
Discrepamos con Putin en este punto. Aquella creación y las de tantas otras repúblicas soviéticas fue un gran acierto de aquella revolución que conmovió el mundo, liberó al pueblo ruso y elevó los derechos de pueblos y nacionalidades muy oprimidas por el nacionalismo dominante gran ruso. Putin parece sentirse parte de esa historia del imperio ruso. Lo mejor es reivindicar la gran revolución socialista de Octubre, iniciada con los cañonazos del Crucero Aurora y la insurrección de los soviets de obreros y campesinos.
Al margen de esa crítica a Putin, es necesario enfatizar que hoy Rusia no es el imperialismo agresor como lo pintan Washington, Bruselas y sus escuderías mediáticas del orbe.
Tampoco es un imperio casi igual que EEUU, como lo consideran los trotskistas del FITU y similares trotskistas de otros países. Rusia y el Donbass son los agredidos de esta historia como bien lo plantea el Partido Comunista de la Federación Rusa, dirigido por Guennadi Ziugánov, una agrupación opositora a Putin.
En Ucrania no hay “dos demonios” sino uno: el imperialismo yanqui y socios atlantistas. Los que invadieron y bombardearon a Cuba, República Dominicana, Grenada, Panamá, Irak, Afganistán, Yugoslavia, Somalía, Libia, Siria y otros países. Los que bloquean a Cuba, Venezuela, Nicaragua e Irán. Los que apoyan a Israel en su genocidio contra el pueblo palestino. Etc.
En esos casos, Washington actuó sin autorización de Naciones Unidas, violó resoluciones de su Asamblea General, pulverizó los derechos humanos y la soberanía de esos países, inventó mentiras como las “armas de destrucción masiva” de Saddam Hussein e instaló centros de secuestros, torturas y exterminio de prisioneros en Guantánamo, Abu Ghraib, etc.
Los argentinos debemos repudiar a EE UU como socio y cómplice del imperio británico en el despojo de nuestras islas Malvinas, donde instalaron la base militar de Mount Pleasant, de la OTAN, con 1.500 efectivos y moderno armamento. Ese despojo colonial viene desde 1833. Miren si hay motivos para no confundirnos. El imperialismo yanqui y británico, la OTAN, el Pentágono, el FMI, el Departamento de Estado y el Foreing Office son los grandes enemigos de los pueblos.
Frente a sucesos que se presentan como complejos y confusos, además de estudiar la actualidad y sus antecedentes, hay que tener en cuenta cómo se posicionan aquellos enemigos. Y ubicarse en la vereda de enfrente, para no equivocarse ni pegarse un tiro en el pie.
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