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Ha muerto Mario Alberto Díaz, un imprescindible

Sindicalista combativo, militante político y solidario internacional.



SERGIO ORTIZ

31 de marzo de 2022.


Desde el punto de vista periodístico, hoy me habría tocado escribir una vez más sobre el rol agresor de Estados Unidos, la OTAN y el gobierno neonazi de Ucrania. O sobre las consecuencias del ajuste del gobierno de Fernández con una pobreza que se demuestra en el colmado acampe de desocupados en Buenos Aires.


Son temas importantes, pero tendrán que esperar. Hoy voy a escribir sobre el compañero y muchos años camarada Mario Alberto Díaz, de 66 años, que murió por un ACV e infarto en la madrugada del 29 de marzo en Córdoba, su ciudad de adopción. Digo de adopción porque había nacido en otra localidad de la provincia, Oncativo, en enero de 1956. Y en los últimos veinte años tenía su asiento en San Antonio, cercana a Carlos Paz, donde trabajaba duro como directivo de una cooperativa ejemplar, la COOPI.


Mario era de Oncativo, Córdoba, San Antonio, Icho Cruz y Carlos Paz, como también era de La Habana y el campamento “Julio Antonio Mella” de los brigadistas solidarios en Cuba adonde fue varios años a ponerle el hombro a esa revolución.


Sus familiares, compañeros y amigos lo llevamos a pulso en el cajón hasta el cementerio San Jerónimo, Córdoba. Lo lloramos otro buen rato. Cuando nos volvíamos, uno de sus compañeros de la Unión Obrera Gráfica de Córdoba (UOGC), Hugo Guevara, me dijo “en ese panteón de Luz y Fuerza está Agustín Tosco”. Es un grande del sindicalismo cordobés y argentino en el que Mario se referenciaba. Pensé para mis adentros, “seguro que cuando nos vamos Mario se va a cruzar a hablar con el Gringo y a pedirle opinión sobre el acuerdo con el FMI, sobre la guerra en Ucrania y discutir de fútbol”. Mario era hincha perro de Belgrano y hasta donde yo sé, Tosco de Talleres.


UN SINDICALISTA EJEMPLAR

Mario tenía el ADN de gráficos. Su padre tenía una pequeña imprenta en Oncativo y ahí se imprimían volantes del PRT-ERP, tarea militante donde el jovencito colaboraba. Su padre, por ese compromiso, terminó preso político durante la dictadura militar-cívica. Viniendo de esa cuna, el futuro gráfico no podía ser un mero gremialista y comenzó una militancia política en Juventud Guevarista, rama juvenil del PRT de Mario Roberto Santucho.


En 1983 Mario empezó a recorrer la provincia para concientizar obreros de imprentas y afiliarlos a la UOGC, que ese año tuvo elecciones y una lista de unidad, con él y otros combativos adentro. A fines de 1986 éstos armaron la Lista Verde y se convirtió en el Secretario General, lugar que por decisión de los afiliados mantuvo por varios mandatos, hasta el 2000.


En ese 1987 estrechamos nuestro vínculo también a nivel gremial, porque yo trabajaba como maquinista en la imprenta de Graziani, con lo que la relación política-partidaria se fortaleció aún más. Ya hablaré de su pertenencia al Partido de la Liberación (PL).


Digo que era un ejemplo de sindicalista porque atendía todo el día en Artigas 60, la sede central, pero visitaba los talleres de la Capital y el interior. Mucho más si había algún conflicto, donde siempre defendió a los trabajadores. Tenía de referencia a Tosco, Atilio López y René Salamanca. En su velorio volví a ver una placa conmemorativa de esos tres grandes del sindicalismo, que él hizo colocar, tan alejados de la burocracia que campea en gremios convertidos en sedes patronales.


Los gráficos consiguieron convenio, obra social y otras conquistas. Siendo un gremio relativamente pequeño llegó a tener 1.500 afiliados, mejoró su hostería de San Antonio, donde los afilados y sus familias podían tener un descanso a orillas del río del mismo nombre. Mis hijos eran pequeños, pero recuerdan esos días de vacaciones, asados, helados y mucho río.


Las patronales les hacen la cosa muy difícil a los obreros. Y más los monopolios, como Arcor, del grupo Pagani, en cuya planta Ideal había una serie de reclamos en 1987 y terminó ocupada. Mario y demás sindicalistas, como Ilda Bustos, Hugo Guevara y Pedro Notarfrancesco, le pusieron muchas pilas al conflicto. Nosotros ayudamos como PL. Al final la patronal se salió con la suya, como siempre con ayuda de la policía y el gobierno provincial del seudo prócer Eduardo Angeloz.


“El plato de la venganza se come frío”, dice el refrán de origen chino. Y los gráficos lo degustaron apenas tibio en 1995, cuando habíamos conformado entre varias agrupaciones combativas la “Corriente Sindical 1 de Mayo”. Y en coordinación con gremios afectados por la crisis y la falta de pagos de los salarios hubo una ofensiva sindical contra Angeloz, que nos reprimió pero tuvo que renunciar antes de terminar su mandato, con la Casa Radical incendiada el 23 de junio de aquel año.


COOPERATIVISTA DE LOS BUENOS

Hago la aclaración porque en Argentina hay cooperativas y cooperativas… El viejo Partido Socialista tenía el “Hogar Obrero” y terminó en quiebra y fraude. Hay cooperativas que son empresas de la gran burguesía nacional como el Credicoop de Carlos Heller, diputado del FDT, que en agosto de 2021 ostentaba el séptimo lugar por activos entre los bancos, según informe del BCRA.


Mario sufrió un tropiezo político y personal en 2000 dentro del gremio gráfico, pues fue apartado por una parte de sus compañeros. Cosas del oficio, que suelen suceder. Como no soy oportunista, lo menciono para explicar por qué retomó una militancia social en la Cooperativa Integral de Carlos Paz, COOPI, una cooperativa de las buenas, más parecida a un gremio. Ahí le dieron la bienvenida Tati Eguiguren, Ana M. Clérico y otros.


Esa entidad tuvo una existencia formidable a lo largo de 57 años hasta que en 2021 el ex intendente Esteban Avilés y su sucesor en el cargo, Daniel Gómez Gesteira, completaron la tarea de destrucción, sacándole las concesiones de los servicios de agua, cloacas y gas, que la COOPI había brindado con excelencia y buenas tarifas.


Además de significar una gravísima pérdida para los vecinos, esa agresión de la intendencia (con apoyo político y de todo tipo de la gobernación peronista de Juan Schiaretti) llevó la angustia a 200 trabajadores directos y otros puestos indirectos.


La COOPI no sólo daba agua y gas, sino que era un faro de cultura, con sus charlas y su radio Villanos. Daba apoyo para las escuelas. Su banco de sangre salvó muchas vidas. Y no sólo ayudaba en Carlos Paz y el Valle de Punilla. En el velorio de Mario, el abogado Carlos Orzaocoa, de la Imprenta Roberto Mathews del PRT, que empieza a actuar como un centro de la memoria, contó que ese lugar se estaba desmoronando e iba a desaparecer. Habló con Mario y la COOPI puso el personal y los medios técnicos durante una semana para hacer cloacas y salvar ese sitio histórico.


Mario no era gremialista estrecho cuando estaba al frente de Gráficos, ni era un cooperativista a secas como dirigente de la COOPI.


Y en este último destino militante, me consta que usó todos los medios de lucha para oponerse al designio de Avilés-Gómez Gesteira-Schiaretti de favorecer a otro monopolio de origen cordobés, el grupo Roggio. La cooperativa dio la batalla legal, con sus abogados, entre ellos Miguel Julio Rodríguez Villafañe. Dio la Batalla de Ideas con audiencias públicas, donde entre muchísimos otros testimonios fuimos convocados Irina Santesteban y yo. Dio la batalla callejera con marchas en Carlos Paz y ante el ministerio de Trabajo de Córdoba, y Tribunales, una y otra vez, donde los acompañamos. Y cuando la derrota parecía inminente, en vez de rendirse, Mario, otros dirigentes y trabajadores -entre ellos uno de sus hijos, Gringo – estaba dispuesto a fajarse con la policía en defensa de la planta de la COOPI. Nos pidió ayuda y le dijimos que contara con nosotros. No todos tuvieron ese punto de vista de combatir hasta el último momento. Una audiencia con el presidente Alberto Fernández abrió falsas expectativas, como para disuadir de dar esa última batalla.


Y la COOPI cayó con mucha pena pero conservando mucha gloria para quienes quieran recuperar una línea cooperativista diferente al Hogar Obrero y al Credicoop, que fueron y son empresas.



MILITANTE REVOLUCIONARIO

Aquellos orígenes familiares y militantes, sobre todo de su padre, lo marcaron a fuego a Mario. Como dije, empezó su militancia muy joven en JG y a partir de 1983 hasta fines de 1987 tuvimos el privilegio de contarlo como militante del PL, a la par de Notarfrancesco (alias Viru) en Gráficos. A partir de ese año dejó de pertenecer orgánicamente al partido, que redobló sus exigencias a la militancia, acorde a la crisis política que empezó a precipitarse tras el motín “carapintada” de aquella Semana Santa. Quizás nosotros exigimos de más. Puede haber influido el desánimo de la derrota de Ideal-Arcor.


De todos modos Mario mantuvo una relación política muy estrecha con el PL, propia de un amigo y simpatizante, a lo largo de estos años, hasta el momento de su despedida de la vida.


Doy dos ejemplos para graficarlo.


En enero de 2002, el PL debía hacer su IX Congreso Nacional, clandestino, apenas un mes después del Argentinazo y la crisis de 2001, que había dejado 39 muertos por la represión policial de la Alianza. Fue una instancia clave para nuestra organización porque allí definimos que se había abierto una “situación revolucionaria” en el país, con posibilidad de volver a plantear la cuestión del poder político. Y Mario puso a nuestra disposición su casa en San Antonio, corriendo todos los riesgos. Hicimos el IX Congreso allí, entrando y sacando a los delegados en forma tabicada, como en los mejores tiempos setentistas.


El otro ejemplo fue en noviembre de 1991, cuatro años después que dejara de pertenecer orgánicamente a nuestras filas, pero seguía muy ligado a ellas. Me avisó que estaba invitado a Cuba al I Encuentro Sindical Latinoamericano contra el Neoliberalismo. Y me preguntó si quería integrar la delegación. Y allí fuimos. En mi libro “Memorias de Sergio” (2020) cuento algunos entretelones de ese viaje. Cito del capítulo respectivo:


“Quien me dio cobertura y un lugar en la delegación fue el compañero Mario Alberto Díaz. El Encuentro funcionaba en el Palacio de las Convenciones. Lo presidía Pedro Ross Leal, titular de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y miembro del Buró Político del PCC.


Yo me mantenía en silencio. Sólo escuchaba y tomaba notas para informar luego a mis camaradas, pues lo mío no era centralmente intervenir en ese ámbito sindical sino establecer los vínculos partidarios con el Departamento América del PCC.


Pero en un momento dado, ante la gravedad de la situación del pueblo hermano, cuando estaba vigente la Enmienda Mack y se venia la ley Torricelli en 1992 (luego, en 1996, la Helms Burton de bloqueo), multiplicando las privaciones, me anoté como orador. Hice una moción de apoyo al pueblo y gobierno cubano contra el bloqueo yanqui. Y eso operó como un parte aguas de la reunión. Muchos delegados de Puerto Rico, Panamá, El Salvador, Nicaragua y otras naciones decían que “apoyaban la moción del delegado argentino”. Pero algunas voces en minoría, de los sindicalistas venezolanos agrupados en la Confederación de Trabajadores de Venezuela, decían oponerse a mi moción con el pobre argumento de que se trataba de un encuentro contra el neoliberalismo y no de uno en solidaridad con Cuba.


Frente a esa polémica, el bueno de Pedro Ross Leal, decía en forma amistosa y diplomática: “bueno, agradecemos el sentido solidario de la moción del compañero argentino, pero también reconocemos que -como dicen los compañeros venezolanos-, este es un encuentro sindical contra el neoliberalismo”.


Fue transcurriendo la reunión y la presidencia me apremió dos o tres veces para que levantara mi moción solidaria, aún agradeciéndola. Yo le decía que no a Ross Leal. Lo hice sufrir hasta el final y en el último tramo pedí la palabra. Me la dieron inmediatamente y dije: “yo no puedo ser más papista que el Papa, creo que lo justo es votar por solidaridad con la revolución cubana, pero si ellos me piden que levante la moción, entonces lo hago, aunque sigo pensando que era correcta. ‘Eppur si muove’”.


El congreso de dos días había terminado. Nos avisaron que esa noche nos pasarían a buscar por nuestros hoteles con guaguas para llevarnos hasta el Palacio de la Revolución donde Fidel Castro diría algunas palabras a los delegados.


Tras sus palabras nos invitaron a ingresar al Palacio de la Revolución, donde había mesas servidas con algunos alimentos y bebidas. Fidel iba pasando y se detenía un momentito para hablar o escuchar a algún delegado.


En ese momento me abordó Pedro Ross Leal y me invitó a seguirlo hacia otro sector del Palacio donde Fidel se iba a juntar luego con los jefes de delegaciones. Le dije, Pedro, yo no soy jefe de ninguna delegación. No importa, contestó, “yo te debo una, por tu moción de hoy y por tu madura decisión de levantarla por los motivos que alegaste”.


Entonces lo llamé a Mario Díaz y juntos nos fuimos detrás de Ross. Efectivamente, era un lugar más chico y estaban los “cabezones”. Y en eso llegó Fidel, como dice la canción de Carlos Puebla. En ese lugar siguió departiendo con muchas personas. Le comentamos que en SOMISA el neoliberalismo de Menem, María Julia Alsogaray y Jorge Triaca había despedido a 8.000 trabajadores para su privatización a manos del pulpo Techint. Fidel tomó nota de ese desastre.


Mario y yo habíamos quedado impresionados y bajo el impacto de haber podido cambiar esas pocas frases con un grande de la historia de Latinoamérica y el mundo. Fidel estaba terminando su recorrida y a punto de irse. Mario me dijo: “Sergio, pidámosle una foto”. ¿No te parece mucho hinchar las bolas?, le contesté. Mario insistió con un argumento ganador: “¿y cuándo creés que vas a tener otra oportunidad de hablar con Fidel?”. Tenes razón, cerré el diálogo. Y cuando el comandante se iba, pasando frente a nosotros le pregunté si no era muy molesto sacarse una foto con nosotros. Aceptó de buen grado. El jefe agitó su índice al fotógrafo pidiéndole que sacara bien la foto. Y se fue. Era el 9 de noviembre de 1991. Al mes siguiente Mario me llamó y me dijo, muy emocionado, que había recibido la foto y que pasara a buscar la mía por Artigas 60. Una felicidad total. Tengo esa foto en casa en mi escritorio de trabajo, junto a otras fotos familiares, como un preciado tesoro y un recuerdo hermoso. Y la incluiré en este libro”.


Esa foto, que se tomó a instancias de Mario, la pongo también en esta nota.


Después de ese primer viaje, Mario volvió otras seis o siete veces a Cuba, como brigadista, generalmente para los 1 de Mayo, por una semana cosechando cítricos y haciendo otros trabajos solidarios. Cuando viajó en 2017 se llevó 6 ejemplares de LIBERACIÓN y se los entregó a Orlando Borrego, y a dos Héroes de Cuba (Fernando González, presidente del ICAP, y a Antonio Guerrero). En 2019 nos invitó a hablar en la inauguración de la Casa de Amistad con Cuba y la Patria Grande de Icho Cruz. Hasta 2021 fue un activo militante del MASCUBA Córdoba, impulsando la pintada del mural sobre la Cañada, encabezando la marcha del 15 de noviembre, llevando la barredora “Contra el bloqueo yanqui” y preparándose para la Brigada de Solidaridad de 2022. Me contó que pidió reuniones amplias preparatorias de esas brigadas y no se abrieron esos espacios. Pero siguió juntando plata para ver si podía viajar.


Comprenderán entonces por qué cuando hablé en el velorio del compañero y ex camarada cité al marxista Bertolt Brecht: había muerto un imprescindible. Un militante no de un día ni de un año sino de los que luchan toda la vida.


El velorio, como dije, se hizo en la segunda o primera casa de Mario, la sede de Gráficos. Y eso fue posible porque la secretaria general Ilda Bustos, así lo acordó con la familia Díaz. Así como antes referí al desacuerdo entre Mario e Ilda en 2000, felicito a ella por la buena actitud que tuvo ahora, al abrir el gremio para el compañero y su familia, y cerrar la lista de oradores en el homenaje de la noche del 29 con un discurso unitario y combativo. Unidad y lucha, tal debería ser la regla de oro de los luchadores obreros y populares, aunque sean de palos no idénticos como Mario, de izquierda, e Ilda, peronista combativa.

Desde nuestro punto de vista, la unidad de estas corrientes políticas y sindicales es la clave para la formación del aún no nato Frente Antiimperialista que precisamos para la liberación nacional y social. Ilda hablando emocionada y mirando a Mario fue un granito de arena en ese camino de unidad.


Para finalizar, una nota de color. En el velorio hubo muchas lágrimas y un profundo dolor, de todos y todas, sobre todo de la esposa Marta Toledo, de los hijos Maxi, Sebastián, Diego, Luciana y Federico, de sus nietos y nietas, mellizas, de sus hermanos Daniel y Silvana y de un variado arco político y social.


Ahí no se impostaba la voz sino que se te quiebra y los ojos dejan salir líquido. A la vez, como somos seres humanos, no podíamos dejar de reírnos por algunas anécdotas, en este caso, de cosas graciosas que Mario hacía y decía con su típico humor cordobés. Era capaz de enojarse e irse de una reunión, caliente por alguna polémica, y de golpe volver con un salame y un vino para charlar de nuevo.


Dolor. Mucho dolor y lágrimas. Pero también hubo risas de verlo a “Coco”, nietito de Mario, despedirse de cada uno en el velorio con un beso y un apretón de manos. En esos saludos del pequeño Díaz me pareció que Mario me decía “Chiquito Ortiz, yo voy a seguir con ustedes”.


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