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Sobre la revolución rusa y antecedentes de frentes antiimperialistas










Comentario del libro “La Revolución rusa” (De Lenin a Stalin, 1917-1929)

Autor, Edward H. Carr. Británico. Publicado en 1977.

SERGIO ORTIZ. 30 de agosto de 2023


DISPAREN CONTRA STALIN

Ya desde las primeras páginas era evidente que el autor británico era un feroz crítico de Stalin. La primera expresión explícita calificando su gobierno de “dictadura de Stalin” está en la página 65. Luego se repite en las págs. 155, 218, 220, 239 y 240, según mi racconto incompleto.


Sus conceptos e interpretaciones de la revolución soviética, bajo los liderazgos de Lenin y Stalin, son claramente trotskistas. Sin casarse ciento por ciento con Trotsky, apoya sus planteos principales en todo este período, y de parecido modo a otros opositores a Stalin como Zinoviev, Kamenev y Bujarin. Supongo que este historiador, Carr, debe haber sido alguien trotskizante cercano al laborismo británico porque después googleé y figura que había trabajado en la cancillería inglesa.


De todos modos, como siempre digo, hay que leer de todo. Y se pueden tener informaciones y datos que uno no tenía. Por ejemplo, me enteré que el mal llamado “Testamento de Lenin”, motivó estas opiniones de Trotsky: “no hubo testamento de Lenin sino cartas de este y ninguna fue ocultada al Comité Central” (pág. 109). En general los trotskistas han dicho lo contrario, aunque ese texto también dejaba mal parado a Trotsky.


Sobre este tema, el autor indica que el mal llamado “testamento” fue publicado en Occidente en 1926 por The New York Times y que “no carecía de fundamentos que Trotsky pudo haberlo dado (al periódico), a partir de él o de fuentes próximas a él” (pág. 159).


ANTECEDENTES VÁLIDOS DE FRENTES

Vista la política actual del Partido de la Liberación (PL), favorable a formar un Frente Antiimperialista y Antifascista, anoté que ya en el II Congreso de la Internacional Comunista, 1921, Lenin planteó la unidad de la revolución socialista rusa con la lucha antiimperialista y anticolonial de los pueblos de Oriente. La naciente URSS (1922) tendió lazos con China, con Sun Yat Sen y el Kuomintang, que se cortan en 1927 con el ascenso del golpista y fascista Chiang Kai shek que masacró a los comunistas.


Otro intento de “Frente único” fue promovido entre los comunistas británicos y los sindicatos dirigidos por el laborismo. Esos intentos frentistas estaban inspirados por el trabajo de Lenin, de 1920, “El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo”. Sin superar el sectarismo era imposible mejorar el trabajo de masas y ganar aliados para determinados frentes políticos.


Otras iniciativas en el mismo sentido fueron el congreso de la Liga contra el imperialismo, realizado en Bruselas en 1927, con representantes de China, India, Indonesia y América Latina (pág. 121). Y también hubo un Congreso Antifascista en Berlín en 1929 (pág. 230)


Esos son valiosos antecedentes en nuestro planteo frentista, que por supuesto deberá tener en cuenta la realidad actual del país, la región y el mundo. No hay recetas…


NEP PRIMERO E INDUSTRIALIZACIÓN DESPUÉS

Para los que critican a China por su economía de mercado socialista desde 1978 les comento que fue Lenin quien propuso la NEP (Nueva Política Económica) al X Congreso del PCUS, en marzo de 1921. Eso permitió no sólo a los campesinos, incluso a los campesinos ricos o kulaks, vender su producción (también solían ocultarla para venderla a precios más altos) sino en general también a las fábricas de las ciudades. Eso tuvo de bueno que hubo mejores cosechas y no sólo para paliar el hambre al ser vendida a las poblaciones urbanas sino también para que la industria tuviera un mercado donde vender, y el Estado acumulara fondos para aplicar a sus diversos planes, por ejemplo a la posterior industrialización.


En esos tiempos de la NEP fue Lenin quien fomentó acuerdos con petroleros norteamericanos, negocios con inversores alemanes y británicos. El grupo yanqui Harriman tuvo la concesión de una mina de manganeso en el Cáucaso (pág. 126). Ya muerto Lenin, en 1929 se firmó un acuerdo con Ford de Detroit para poner una planta que fabricara 200.000 autos al año (pág. 190). El socialismo no es incompatible con ese tipo de acuerdos y negocios con países capitalistas, imperialistas y empresas multinacionales. La condición es que haya un gobierno revolucionario socialista en el poder, y el Estado tenga un rol dominante en la economía.


Eso depende de las necesidades, las correlaciones de fuerza y las tareas. En el partido soviético se abrió un debate para restringir y terminar con la NEP, y pasar a una etapa de colectivización del campo y a la industrialización, bajo dirección de Stalin. Y eso hizo posible la elaboración del primer Plan Quinquenal (entre 1929 y 1932). El avance de la URSS fue impresionante. Eso requirió primero la derrota total de Trotsky en 1927 y la posterior de sus ex aliados Zinoviev, Kamenev y Bujarin.

Hasta un crítico alevoso del stalinismo como el autor, Carr, admite que “el plan dio un poderoso impulso a ambiciosos proyectos para el desarrollo de la industria pesada” (pág. 188). Y que “el sector privado que era el 50 por ciento de la renta nacional hasta 1926/1927 cayó a dimensiones insignificantes hacia el final del I Plan Quinquenal” (pág. 196). O sea que los elementos capitalistas y de mercado, presentes en la NEP, como hoy lo están en la modernización de China socialista, son necesarios en determinadas etapas de la construcción del socialismo, pero no lo son para toda la vida.

Como este libro de Carr llega hasta 1929 no abarca el período de mayor desarrollo del socialismo bajo la dirección de Stalin ni el tiempo dramático de la lucha contra el nazismo y la derrota del III Reich por parte de la URSS conducida por el georgiano. El rol decididamente positivo y decisivo del PCUS, Ejército Rojo y pueblo soviético, con aquella dirección, es una patada en la parte inferior de la espalda para el autor británico (léase tujes), en sus diatribas contra “Pepe”.


Nobleza obliga, el párrafo final del libro tuvo que admitir el valor de la revolución rusa: “su trayectoria fue imperfecta y ambigua, pero ha producido repercusiones más profundas y más duraderas en todo el mundo que cualquier otro acontecimiento de los tiempos modernos” (pág. 243).


A Carr le faltó precisar quiénes hicieron posible esa revolución, a nivel de pueblo, organizaciones y dirigentes.


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