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Todo bien con Greta Thunberg, pero nuestra referenta es la nena de Villa 31


Medio ambiente: es el capitalismo estúpido.



SERGIO ORTIZ

1 de octubre de 2021


Por acuerdos de organizaciones internacionales, varias con actuación en Argentina aunque con sus nombres en inglés, el 24 de septiembre pasado se realizó una huelga mundial en defensa del medio ambiente. En muchas ciudades del mundo y también en el país hubo numerosas marchas, sobre todo motorizadas por jóvenes, buscando proteger la naturaleza. Que el cambio climático no termine por arruinarla a ella y a todo lo que está plantado, entre otras la civilización humana aunque en muchos casos no parezca civilizada ni tampoco muy humana que digamos. Me refiero al imperialismo mundial y a sus respectivos líderes, aún cuando no esté ya el impresentable de Donald Trump; su sucesor Joe Biden y sus aliados de la Unión Europea no son ninguna maravilla ecológica.


Entre los dirigentes juveniles más renombrados estuvo la activista sueca Greta Thunberg, que hace un par de años, cuando sólo tenía 16, ganó notoriedad al plantear este drama tan acuciante. Ahora con 18 cumplidos volvió a la cresta de la ola con críticas a aquella dirigencia internacional. Su mensaje en Milán, con centenares de jóvenes invitados por la ONU, cuestionó el “bla bla bla” de los presidentes y organizaciones que no cumplen sus promesas ambientales.


En ese sentido su rol y el de los ambientalistas que impulsaron la jornada del viernes 24/9 tiene un costado positivo. Lo que sí, y debe remarcarse porque las agencias de noticias no lo hacen, la joven sueca y las ONG que la siguen tienen un límite por ahora insuperable: no acusan al sistema capitalista y al imperialismo como el gran responsable de arruinar el clima con la emisión de dióxido de carbono (CO2) y otros que producen el gas de efecto invernadero. Y eso hace aumentar la temperatura del planeta por encima de los Acuerdos de París de 2015, donde 196 países se habían comprometido a rebajar sus emisiones para que la temperatura no aumentara más de 2 grados hasta el año 2030, incluso lo recomendable sería no sobrepasar 1,5 grados. Y sin embargo, por los incumplimientos, esa meta parece cada vez más lejana y llegado aquel año puede ser que esté por encima de 2 grados.


De ese modo se seguirán derritiendo glaciares, inundando países y afectándose el clima, la economía y la vida misma de millones de personas en todo el mundo.


La bestia de Trump abandonó en 2017 los Acuerdos de París, pero el resto de los países tampoco cumplieron su parte, con algunas excepciones como China, que sí lo viene haciendo. Empero, los agentes del imperio y la OTAN siguen acusando al gobierno de Beijing de que el suyo es el “principal país contaminador”.


La administración Biden no ha significado cambios esenciales respecto al legado trumpista, y eso también indica que no se puede divorciar la cuestión climática de la política y económica.


Una verdad de Perogrullo que los defensores del capitalismo ocultan y la línea ecologista light de Thunberg no se atreve a poner de relieve: al medio ambiente lo viene arruinando el capitalismo y su desarrollo industrial anárquico elevado a la enésima potencia por la ley de la máxima ganancia. Eso con sus bancos y corporaciones industriales, petroleras, mineras, usinas y fábricas, retroalimentado por el derroche del “american way of life”, modo americano de vivir.


¿MÁS FRACASOS?

El 1 de noviembre será la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), en Glasgow, Escocia, donde se evaluará la marcha de los Acuerdos de París, como se lo ha hecho en conferencias anteriores.


Hasta ahora no hay razones para el optimismo. En la 76 Asamblea General de la ONU recientemente inaugurada, el secretario general António Guterres dijo que el mundo estaba al borde del abismo, llamando la atención para frenar antes de caer allí.


Para reducir la emisión de dióxido de carbono, el portugués planteó que “necesitamos triplicar la inversión en energía renovable y eficiencia energética a 5 billones de dólares estadounidenses al año. Y el acceso al financiamiento por parte de los países en desarrollo debe simplificarse, facilitarse y acelerarse”. Ese dinero no se ha puesto hasta ahora y en el caso que fuera aportado profundizará la desigualdad, pues habrá muchos países, de los 194 representados en la ONU, que no cuentan con esos recursos.


Una vez más, la desigualdad de clases y naciones, la división entre las grandes potencias y centenares de países pobres, de bajos y medianos ingresos, pone en serio riesgo el objetivo global. Pasa algo parecido a lo sucedido con las vacunas durante la pandemia del COVID-19, cuando la OMS denunciaba que el 10 por ciento de los países acaparaba el 75 por ciento de las dosis.

Uno que viene haciendo las cosas bien es China socialista. En los últimos 17 años ha destinado, en promedio, 23.500 millones de dólares anuales en proyectos de restauración ecológica. Sus principales objetivos son reducir la erosión, sedimentación e inundaciones de los ríos Yangtsé y Amarillo; conservar bosques en el noreste; mitigar la desertificación y las tormentas de polvo en el norte seco y el sur rocoso; e incrementar la productividad agrícola en el centro y este de China.


La Misión Permanente de China ante las Naciones Unidas destacó que su país alcanzó los objetivos climáticos en 2020, dos años antes de lo programado. Así, los combustibles no fósiles representan en la actualidad casi el 15% del consumo total de energía de China, país que además tiene el 30% de la capacidad instalada mundial de energía renovable, lo que representa un 44% del aumento mundial de ese tipo de energía.


POR UN ECOLOGISMO ANTIIMPERIALISTA

El Día Mundial del Ambiente tuvo un sentido progresista, pero no se trata de un movimiento popular ecológico con un contenido antiimperialista. No podría serlo cuando las organizaciones convocantes fueron las ONG Eco House, Fridays For Future Argentina, Alianza por el Clima, Consciente Colectivo, Jóvenes por el clima, Sustentabilidad Sin Fronteras y otras. También marcharon allí una Coordinadora variopinta, con grupos ecologistas positivos y otros veganos y trotskistas que ponían énfasis en condenar el acuerdo porcino con China (un proyecto en stand-by y que ha recibido críticas para ser reformado en un sentido más protector del medio ambiente).


Sus tres banderas fueron tan genéricas y despolitizadas como éstas: “la sanción de una #LeyDeHumedalesYA antes de que termine el año parlamentario; la correcta implementación del Acuerdo de Escazú y un plan de acción y financiamiento para la adaptación al Cambio Climático en los países más vulnerables”. Bastante bla bla bla, diría la joven sueca.


Esa despolitización se vio patente en la coincidencia de agrupaciones muy opuestas, que marcharon juntas y “a la par”, diría Pappo, como los kirchneristas de La Cámpora y sus aliados de la Fede y el PC, junto con los macristas y larretistas del PRO, de la derecha política.


Ese programa de tres puntos es bla bla bla porque en Argentina hay problemas reales como el desmonte practicado por gobiernos peronistas como los de Salta y Córdoba; contaminación minera con gobernadores del mismo signo en Chubut, Catamarca y San Juan, igual que los macristas-radicales de Mendoza y Jujuy; el fracking en Chubut y sobre todo Neuquén.


Un profundo análisis de Alejandro Olmos Gaona publicado el 18/08/2020 en ALAI, titulado “El fracking debe tipificarse como un delito de acción pública”, grafica los daños del fracking en especial en Vaca Muerta, provocado por los acuerdos de los sucesivos gobiernos (Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández) con Chevron, Shell, Exxon, Vista, Panamerican Energy, Tecpetrol-Techint, etc. “El fallido experimento de fracking en Argentina”, North American Congress on Latin American – NACLA, 20 de abril, de Nicholas Cunningham, informó que con el barril criollo y la “garrafa” criolla el estado argentino en 2016/2018 pagó 3.600 millones de dólares en subsidios, según la Fundación Ambiente y Recursos Naturales – FARN, y ese monto sería ampliamente superado en el año siguiente”, se lee allí.


Paralelamente nuestro pueblo sufre las consecuencias del hambre, pauperización y desempleo propios del modelo agroexportador extractivo, dependiente de aquellos monopolios y el imperio.


Todo está vinculado con todo. Por eso en la Ciudad de Buenos Aires hubo el 30/9 un violento desalojo policial contra 80 familias, sobre todo mujeres y niños, que ocupaban un predio en la Villa 31 porque no tenían dónde vivir. Y se viralizó un video donde una niña decía que los policías le habían roto el inodoro que tantos pesos le había costado comprar a su mamá.


Esas no son las carencias de Greta Thunberg y sus ecologistas del Primer Mundo. Son los problemas en Argentina y el Tercer Mundo. Por eso nuestra referenta es la niña y mujeres de la Villa 31, y no las mencionadas ONG internacionales y locales.


Si de medio ambiente se trata, tenemos otro referente antiimperialista y por el socialismo, además de las mejoras actuales de China. Es Fidel Castro en la ECO-RÍO 92, cuando advirtió que la especie humana estaba en riesgo de extinción.


Los glaciares son un problema mundial y también nuestro, pero el drama principal argentino es la deuda externa, el FMI, los monopolios, los agrogarcas, los desalojos en Guernica y Villa 31, los 4 billones de pesos de Leliq en poder de los bancos, los negocios energéticos, la pobreza del 40,6 por ciento de los argentinos (18.8 millones), la privatización del río Paraná y un largo etcétera.


Todo bien con Greta, mismo nombre de su connacional Garbo que triunfó en Hollywood en los años ‘20 y ‘30. Pero mejor los de la villa 31, los mapuches que resisten el fracking en Vaca Muerta, los ambientalistas de Catamarca y Chubut que van presos por denunciar a las mineras, los que luchan contra Hidrovía SA en defensa del Paraná y en Córdoba contra Monsanto y el desmonte.


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