LA SEMANA POLÍTICA
LA IX CUMBRE DE (NORTE) AMÉRICA, OTRO FIASCO YANQUI.
Militante del Partido Socialismo y Liberación, de EE.UU., detenido luego de interpelar a Almagro por su rol en el golpe de Estado en Bolivia.
SERGIO ORTIZ
12 de junio de 2022
OBJETIVOS NO CUMPLIDOS
La IX Cumbre de las Américas (sic) fue organizada por la administración Biden desde el 8 hasta el 10 de junio en Los Ángeles, aunque algunas conferencias comenzaron el 6. Como todas las jugadas del imperialismo, el envoltorio era engañoso: “Construyamos un futuro sostenible, resiliente y equitativo”.
Los responsables de destruir el mundo ayer y hoy, con invasiones, guerras, crisis económicas, saqueos, interferencias políticas, bloqueos y sanciones, etc, ponen caras de “buenos” y hablan de un futuro venturoso.
Debían tener derecho a asistencia los 35 países de todo el continente. Esta instancia, nacida en 1994 en las cloacas de Miami, siempre fue obediente a las órdenes de Washington. Por eso las invitaciones siempre dejaron afuera a algunos gobiernos, por ejemplo Cuba, excluida en esta IX Cumbre como lo fue desde la I en Miami. Solamente le dieron los 5 minutos de oratoria en la edición VII en Panamá (2015), cuando Raúl Castro habló más, invocando que antes a su país lo habían silenciado. La isla también estuvo en la VII en Perú (2018), pues duraba ese pequeño envión “democrático” iniciado por Barack Obama, con leves suavizaciones del bloqueo al sólo efecto de tratar de que la revolución cubana se descarrilara.
Ese objetivo no se cumplió y ya con Donald Trump en la Casa Blanca, ese bloqueo se radicalizó con 243 medidas, más criminales que nunca en el año 2020 con la pandemia de COVID-19. Y con Joe Biden en aquel Salón Oval, las políticas anticubanas permanecieron iguales, con alguna mínima flexibilización que hay que mirar una lupa para advertirla.
Era evidente que a La Habana le iban a cerrar otra vez las puertas en Los Ángeles. El argumento de siempre: no es un gobierno democrático sino una dictadura que no respeta los derechos humanos. Esas falsedades también se las aplicaron a Venezuela y Nicaragua, para excluirlas. Entre los tres países han recibido un récord de 800 sanciones del imperio, que las considera las más rebeldes y desobedientes de su “patio trasero”.
Cuando nació esta entidad mal parida, el dueño de casa era Bill Clinton y hoy es Biden. Los obedientes de entonces eran Carlos Menem, Eduardo Frei, Alberto Lacalle, Ernesto Zedillo, Rafael Caldera, Alberto Fujimori y otros arrastrados a los pies del imperio. Y aún así no lograron armar su zona de libre comercio desde Alaska hasta el Beagle pues los avances relativos tuvieron un corte abrupto en la IV Cumbre en Mar del Plata, noviembre de 2005, conocida como la del “Alca, Alcarajo” en palabras de Hugo Chávez.
Comparando con 1994 no es que a Estados Unidos le falten gobiernos lacayos. Está el de Colombia, premiado como socio especial extra OTAN y con 7 bases militares estadounidenses. Esos gobiernos amigos la están pasando mal, como el de Bogotá, cuya representación actual estará ausente en el balotaje del 19 de junio para dirimir quién entrará al Palacio de Nariño.
Y eso se reflejó en aspectos numéricos y sobre todo políticos en la cita de Los Ángeles. Sólo concurrieron 22 presidentes sobre un total de 35, pese a los reiterados intentos del secretario de Estado, Antony Blinken, y el coordinador Kevin O’Reilly por evitar esos faltazos que le bajaban la nota a la reunión.
UN FRACASO CASI TOTAL
Si lo numérico fue un fiasco, mucho peor es el balance político que deja la reunión para la administración Biden, que ya lucía como debilitada y con serias posibilidades de perder las legislativas del 8 de noviembre venidero. No es que los republicanos de Trump y otros dirigentes hayan hecho las cosas muy bien sino que los demócratas de Biden las hicieron mal. Cualquier parecido con lo que ocurre en Argentina entre las chances del macrismo de volver en 2023 y los riesgos de derrota del fernandismo, no es casualidad.
Uno de los ejes de la IX Cumbre era el plan norteamericano de contener la inmigración que sube desde Centroamérica y México. La vicepresidente Kamala Harris tuvo muchas reuniones previas y habló de paquetes de ayuda a los países del “Triángulo Norte” de esa región (El Salvador, Honduras y Guatemala).
La propaganda estadounidense habló de tres programas de “ayuda” a Centroamérica, por 5.000 millones de dólares. De esa suma dudosa, lo concreto como programa oficial son 50 millones, para crear el “Cuerpo de Servicio Centroamericano” que será administrada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), a cargo de Samantha Power. Daría “rumbo laboral” a jóvenes de El Salvador, Guatemala y Honduras. El resto de los anuncios, pompas de jabón, fueron supuestas inversiones de empresas privadas como Millicom, PepsiCo, Microsoft, Nespresso y MasterCard, que no se distinguen por sus fines sociales.
Las maniobras de Biden-Harris, como tantas de las administraciones anteriores, han sido inútiles y engañosas. Y la realidad les asestó dos patadas en los traseros el día de la inauguración de la IX Cumbre.
La primera fue que ninguno de los países implicados en supuesta ayuda al “Triángulo Norte” asistió: ni Xiomara Castro (Honduras), ni Nayib Bukele (El Salvador) ni Alejandro Giammattei (Guatemala). Y lo más importante es que el mandatario de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), fue un feroz crítico de las exclusiones norteamericanas contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. Tal como había advertido, no concurrió a la cita. Solamente envió a su canciller Marcelo Ebrard, quien tuvo expresiones en la misma línea, de desaprobar lo actuado por el Departamento de Estado y reclamar cumbres sin exclusiones.
¿Qué grado de efectividad conducente, diría Hipólito Yrigoyen, el “populista” denigrado por Mauricio Macri, podrían tener acuerdos sobre inmigración si los tres países involucrados no están presentes, y tampoco México? Ninguna.
La otra patada en los traseros de Biden-Harris se los dio la realidad. El 6 de junio, cuando empezaban las conferencias de la IX Cumbre, 15.000 migrantes iniciaban su caravana desde Tapachula, México, hacia la frontera estadounidense. Buscan un lugar mejor dónde vivir y trabajar porque los corre la pobreza, la falta de empleo, vivienda y oportunidades en sus lugares de origen. El Tío Sam, adonde van, con su saqueo histórico, tiene mucho que ver con las miserias que se viven en sus tierras de origen.
Esas caravanas significan allí que no hay esperanzas en los planes del gobierno estadounidense y sus agencias, que seguirán apostando a muros, guardias armadas, cárceles, familias separadas y deportaciones, donde el récord de expulsiones lo tiene Obama.
Esos sentimientos se expresaron en la Cumbre de los Pueblos, con 150 organizaciones de EE. UU. Y otros países que plantearon en reuniones y en la calle sus reclamos, algunos de los cuales fueron reprimidos policialmente con brutalidad. Tuvo mucha repercusión la interpelación del joven militante del Partido Socialismo y Liberación (PSL), increpándolo a Luis Almagro y cantándole muchas verdades en su cara, antes de ser sacado por los guardias.
LOS BUENOS Y LOS REGULARES
La IX Cumbre puso más luz alrededor de dónde están parados los gobiernos del continente y en qué dirección se encaminan.
Es importante precisar sobre EE. UU. por razones obvias de su importancia continental y mundial. Con una deficitaria campaña contra el COVID-19, de más de un millón de muertos, aunque esa cuenta se deba sobre todo a Trump, Biden quedó debilitado por esa derrota en parte no propia. Sumada a la alta inflación interanual del 8,6 por ciento en mayo, récord en 40 años, y a la guerra comercial y por ahora política que viene perdiendo con China, más las consecuencias de la guerra en Ucrania fomentada por la OTAN, el gobierno de Biden entró debilitado a Los Ángeles. Y salió peor aún. Aún se lame las heridas de que 21 países de la región ya son firmantes del plan de infraestructura internacional de China, conocido como la nueva Ruta de la Seda.
Los tres gobiernos antiimperialistas que fueron excluidos recibieron apoyos, por ahora más políticos que concretos, de la CELAC con presidencia de turno de Alberto Fernández. Biden quiso castigar al terceto pensando en ganar votos en el electorado derechista de La Florida y otros estados, pero puede perder a dos puntas. Esos votos pueden ir a manos de los republicanos. Y Díaz Canel, Maduro y Ortega fueron arropados por el cariño o respeto o simpatía, según los casos, de gran parte de la región.
El presidente que sale mejor parado fue el mexicano AMLO, que tuvo declaraciones y mensajes de confrontación con Biden. Lo había adelantado en septiembre del año pasado como anfitrión de la VI Cumbre de la CELAC, cuando pidió que ésta sea “el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías”. Estaba proponiendo que la CELAC suplante a la OEA liderada por Almagro, un amanuense antes de Trump, hoy de Biden y mañana del que sea.
López Obrador acorraló a la versión tan poco inclusiva de la Cumbre. El 28 y 29 de mayo estuvo en Cuba cerrando una gira por Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. El líder de MORENA actuó como referente de la CELAC y vocero de los tres excluidos. Tuvo de aliado a Alberto Fernández, a cargo hasta fin de año de la presidencia de una Comunidad que en diciembre próximo se reunirá en Buenos Aires, cita a la que fue invitado Biden.
Esa invitación fue solo un caramelo en medio de muchos palos de México y Argentina que pegaron en el lomo estadounidense, luego de conversaciones entre sus dos mandatarios y sus cancilleres Ebrard y Santiago Cafiero.
AF había amagado con no viajar si se mantenían las exclusiones. Clásico de su movimiento pendular, al final fue con numerosa comitiva. Además de su discurso anti exclusiones, sus fotos con el matrimonio Biden y sus conversaciones con Jair Bolsonaro y el canadiense Trudeau, Fernández se reunió con los CEOs de Google y General Motors buscando más inversiones. Quiere más dólares para pagar la terrible deuda renegociada con el FMI.
La crítica a esa búsqueda de inversiones y a las charlas vacías no debe bajarle el precio a su positivo discurso oficial. Criticó las exclusiones, cuestionó el bloqueo y sanciones contra Cuba y Venezuela (no dijo ni mu sobre Nicaragua), pidió la remoción de la dirección de la OEA responsabilizándola por el golpe de Estado en Bolivia en 2019 y criticó el robo de la presidencia del BID, que correspondía a un latinoamericano (aunque no hay mucha diferencia entre Mauricio Claver-Carone y Gustavo Béliz).
Ese mensaje fue una grata sorpresa, sobre todo de un presidente que había firmado en marzo un vergonzoso acuerdo con el FMI y condenado “la invasión de Rusia” a Ucrania. La diplomacia tiene esos matices, sorpresas y contradicciones. Mejor es un discurso tercermundista que otro neoliberal. Muchísimo mejor es cuando las palabras van acompañadas de hechos concretos; cuando la política baja del escenario y camina en la calle en la dirección que necesitan los más humildes.
El día que Fernández reclamaba un diálogo de todos en Los Ángeles, su ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, se negaba a recibir a los dirigentes de movimientos sociales que cortaban calles pidiendo trabajo y salario, contra la pobreza y el hambre.
No se deben negar los discursos y tampoco creer que son los que mueven el mundo. Alguien venerado por el FDT decía que “la única verdad es la realidad”.
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