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El viejo truco de poner el guiño a la izquierda y doblar a la derecha

Esto hace hoy el gobierno en la negociación con el FMI.



SERGIO ORTIZ

1 de noviembre de 2021.


ALBERTO NO ES CARLOS MARX SINO GROUCHO

En épocas de elecciones los candidatos de la burguesía suelen prometer más de la cuenta y decir cosas que jamás pasaron por sus cabeza realizar. Valían muchos votos y las dijeron. En Argentina hoy se libra una campaña electoral.


Aquellas promesas a derecha e izquierda suelen multiplicarse cuando el país en cuestión atraviesa alguna crisis. Las necesidades del público son mayores, el descrédito de los candidatos ídem y las promesas tienen que tener alto voltaje y un impacto lo más inmediato posible.


Argentina vive no una sino varias crisis, sobresaliendo la económico-social y, ahora en menor medida, la pandemia por el Covid-19, que ha menguado sin desaparecer e incluso con últimos indicadores que vienen en aumento.


Esta introducción viene a cuento del cierto giro, por ahora sólo discursivo, del gobierno peronista respecto a la negociación que mantiene desde 2020 con el FMI. La entidad concedió en 2018 al gobierno de Mauricio Macri un crédito de 57.000 millones, la suma más grande prestada a un miembro.


Lo desembolsado fueron 44.000 millones porque la debacle política y financiera de Cambiemos frenó los giros. Obvio que el daño ya estaba hecho con creces porque esa mayor deuda, contraída sin cumplir requisitos legales, terminó fugándose.


Desde la Autoconvocatoria por la Auditoría y suspensión de pagos de la deuda externa se ha planteado una postura correcta. Es la de auditar esa deuda para depurar lo que sea fraudulento. Suspender todos los pagos y luego reanudarlos que sea pertinente a la parte legítima, en plazos a negociar con el Fondo. Denunciar penal y política a ambas partes del crédito fraudulento: a las autoridades del gobierno anterior y al directorio encabezaban Christine Lagarde y David Lipton. Y entre tanto aplicar las divisas para atender la crisis económico-social, la creación de empleo, planes de obras y viviendas, etc.


En vez de tomar por este camino de independencia, la dupla Fernández y el tercer socio, Sergio Massa, reconocieron semejante deuda como legal y legítima. Fueron pagando puntualmente los intereses y también, en septiembre y en principio también en diciembre, sendas cuotas de capital, por 1.885 millones de dólares cada una. Y si siguen por este barranco hacia abajo, pagarán 2.800 millones en marzo de 2022, año en que los vencimientos serán de 19.000 millones y no hay forma de afrontarlos, según admite el gobierno.


Ese es el rumbo real del Frente de Todos. El 12 de octubre el presidente se reunió con empresarios monopolistas y les aseguró que el trato con el Fondo era un hecho. “Está arreglado”, les dijo. Sin embargo, en el acto recordatorio de Néstor Kirchner en Morón impostó la voz para decir que no hay acuerdo todavía y “no nos arrodillamos”. La Cámpora cantaba “primero hay que crecer y después pagar”. Opiniones parecidas vertió el presidente en reuniones con colegas del G-20 reunidos en Italia y en tránsito hacia la Cumbre Climática de Glasgow. Puso el guiño a la izquierda, pero es muy dudoso que doble para ese lado si se atiende al sentido de su gobierno que pronto cumplirá dos años.


Un propagandista del oficialismo, Horacio Verbitsky, en su nota del El Cohete, titulada “Se alinean los planetas”, festejó esos últimos discursos y consideró que unen a los planetas, o sea fracciones internas del gobierno. Él cree que es un cambio real de política, no un guiño electoral. E ilustró su artículo con un dibujo de rostros de Néstor Kirchner, Alberto Fernández y Martín Guzmán, que van mutando a los de Lenin, Engels y Marx.


Verbitsky está haciendo la apología de Alberto, o sea de Groucho Marx, no de Carlos, que tanto luchó contra el capitalismo. AF es apologista del capitalismo y lo reiteró en Italia, como lo hizo su vice, CFK, en la exESMA.


DISCURSOS Y REALIDADES

Es duro mirar de frente a la verdad. En la negociación con Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI (por encima suyo están la secretaria del Tesoro y el presidente Joe Biden), están en juego los 44.000 millones que Macri dejó de clavo, más los intereses, sobretasas y recargos por demoras en los pagos.


Esa cuenta dicta pagos de 19.000 millones en 2022 y una suma igual para 2023, con vencimientos menores a partir de allí. La pretensión de máxima del gobierno fue expresada en voz baja meses atrás por CFK: que el plazo se extendiera no a los 10 años de créditos de Facilidades Extendidas, sino al doble. Esa condición ni siquiera fue expuesta por Guzmán en su regateo con Georgieva y los encargados del caso argentino, Luis Cubeddu y Julie Kozack. Murió antes de nacer.


Otra derrota fue respecto a 4.300 millones de dólares de Derechos Especiales de Giro (DEG) que el Fondo entregó al país. El Senado votó una resolución para destinarlos a atender la crisis y mejorar la situación de la población. Tampoco anduvo. Fueron empleados para pagar vencimientos de capital e intereses de lo contraído y fugado por Macri.


El Frente de Todos hizo una denuncia penal vía Oficina Anticorrupción contra el préstamo de 2018. Se basó en el informe del BCRA de mayo de 2020, según el cual se fugaron 86.200 millones de dólares en el cuatrienio macrista. La denuncia fue correcta, con dos límites insuperables: no abarcó a los funcionarios del FMI, Lagarde y Lipton; y se siguieron pagando esas obligaciones espurias.


El oficialismo no impugna los 19.000 millones a pagar cada uno de estos dos años. Pide postergar esos vencimientos al menos cuatro años, como sucedió con BlackRock y demás bonistas privados en 2020. Transcurrido el cuatrienio, los vencimientos caerán sobre todos y todas con el peso de un alud o el fuego y lava del volcán español en La Palma.


El regateo está centrado en una cuestión menor: las sobretasas. Guzmán y Fernández piden que sean del 1 por ciento, “normal”, y no del 3 o más como surge de los estatutos fondomonetaristas. La diferencia serían mil millones de dólares anuales, una fortuna pero una partícula del problemón. Aún si les concedieran ese punto, seguiríamos muchos miles de metros hundidos bajo las aguas del mar, sin sacar la cabeza para respirar.


La pregunta es por qué el gobierno ahora imposta una crítica al FMI y alardea de supuesta dureza negociadora. Una razón, principal, es que simula fortaleza para ver si puede sacarle mejores condiciones. Sería parte de presión negociadora, no una patada al tablero ni mucho menos. La jugada tiene sentido electoralista: busca conformar a sectores del FDT que discrepan con la claudicación ante Georgieva y lo hicieron saber el 17 de octubre en Plaza de Mayo. Esta sería la segunda razón del giro discursivo, con un complemento también electoral: los Fernández no quieren que parte de sus votos de base popular y progre se le vayan por izquierda y voten al FITU.


Están la realidad y los discursos. El amague anti FMI es tan poco creíble como lo de Rodríguez Larreta que, al hablar de la inflación, culpó a “los monopolios”. Son de su team, pero lo electoral lo llevó a esa crítica. Que le crea Magoya.


¿CURITAS O BISTURÍ?

A la par del endurecimiento del lenguaje con el Fondo, hubo un gesto real contra los monopolios. El secretario de Comercio, Roberto Feletti, puso en marcha el congelamiento de precios de 1432 productos, con fecha de inicio el 1 de octubre y finalización el 7 de enero.


No hubo acuerdo con la Coordinadora empresarial de alimentos (COPAL) ni la UIA ni la Cámara Argentina de Comercio. Esa convergencia empresarial y con nutrido acompañamiento de los medios concentrados dijeron que ese control terminará en fracaso y en mayor inflación.


Frente a tanto fuego cruzado, Feletti aclaró que su control no es un remedio contra la inflación, fenómeno “multicausal” como lo califican Guzmán y Kulfas. Sólo serviría para un respiro, contener un poco la remarcación de precios y, aunque no lo diga, poner oxígeno en los atosigados pulmones del oficialismo, muy pendientes de lo que suceda el 14 de noviembre.


Varios monopolios hicieron saber su descontento con el control de precios, entre ellos Molinos, Ledesma y Arcor. También dos cadenas de supermercados, como COTO y Walmart, hoy en poder de Francisco de Narváez. No se agote allí la lista de enemigos de la lista de Feletti. Hay más que buscarán sabotearla, para ganar más, con maniobras en la producción, comercialización y balances.


Aún suponiendo que los monopolios tuvieran un ataque de bondad extrema y respetaran el congelamiento hasta el 7 de enero, algo muy dudoso, ¿qué ocurriría el 8? Al ritmo inflacionario actual, cuando octubre terminaría en un 3,2 por ciento de inflación, a enero habría una inflación contenida del orden del 10 por ciento o más. En el trimestre se habría agotado la supuesta bondad de COPAL, UIA y CAC.


Lo previsible es que en tal fecha, sino antes, esos grupos dominantes de alimentos, bebidas, productos de limpieza e higiene, textiles y otras mercaderías imprescindibles para vivir, volverían a empinar precios. Y si hay aumentos del dólar, más aún.


En los últimos discursos del presidente Fernández hubo buenas críticas a los “vivos” que forman precios y especulan con ganancias a costa de la mesa de los argentinos. Es un buen enfoque porque apunta a los monopolios como formadores de precios y no a la inflación como fenómeno derivado de la emisión monetaria, el déficit fiscal, el gasto público, la balanza comercial, etc.


Está bien ese diagnóstico, si bien es muy reciente. Sería importante que se mantenga y profundice en el tiempo, pero sobre todo, que se tomen las medidas adecuadas para extirpar ese cáncer de la economía. Hasta ahora el gobierno viene a contramano de esa línea antimonopolios pues ha firmado acuerdos y leyes favorables a los agroexportadores, petroleras, gasíferas, automotrices y grupos hegemónicos que dominan el mercado y las divisas.


Cualquier medida antimonopolios llevará a estos grandes capitalistas a quejarse de que les están pinchando las gomas. Está en trámite de designación el embajador estadounidense, Marc Stanley, quien declaró que Argentina es “un hermoso bus turístico al que no le funcionan las ruedas”.


Error. No son las ruedas ni los neumáticos. Es el conductor y la ruta elegida, siempre en afinidad con EE UU, sin sintonía total. “La semana pasada, el Departamento de Estado difundió su informe sobre el voto en Naciones Unidas en 2020. En el rubro temas importantes para Estados Unidos, se sobrentiende, la Argentina coincidió con EE UU en el 45% de los casos, igual que Chile y Colombia y por encima de Brasil y México”. Lo citó Verbitsky en su mencionada nota. Iguales que Chile (Piñera) y Colombia (Duque), y por encima de Brasil (Bolsonaro). ¡Mamma mía!


Sería lindo creer que Fernández va enfrentarse con el FMI, pero casi no hay chances de eso. Claro que Argentina -que no es como Stanley cree -, da sorpresas. Por ejemplo, un “general majestuoso” para Washington dio la orden de desembarcar en Malvinas un 2 de abril. El 1 por ciento de las veces, puede ocurrir.


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