top of page

Gobierno: tres verdades incómodas y que duelen

Hubo derrota, va a pagar la deuda y no tiene política de seguridad.



SERGIO ORTIZ

21 de noviembre de 2021


HUBO DERROTA ELECTORAL

Tras una primera actuación para la tribuna, ostentando un triunfo que no fue, el gobierno empezó la digestión de una dura derrota electoral. El matiz fue haber perdido sólo por 1.3 puntos en Buenos Aires, sindicada como la Madre de todas las batallas, en este caso descendida a tía, porque hubo derrota.


La importancia de esa legislativa no es superlativa, porque no implicaba un cambio de gobierno: 127 diputados y 24 senadores estaban en discusión, no el Ejecutivo. A nivel del Congreso, los guarismos entre oficialismo y oposición no cambiarán sustancialmente. Habrá algunos diputados y senadores más para Juntos por el Cambio, pero a grosso modo las dos grandes bancadas seguirán parejas. Cristina Fernández de Kirchner deberá encontrar las formas de que funcione la Cámara Alta sin el beneficio de la mayoría propia, como antes.


Pero por lo demás, no hubo tanto estrépito. Ninguna de las dos cámaras cambiará de mayoría ni de presidencia: continuará Cristina en la Alta y el decadente Sergio Massa en la Baja. Las expectativas de María E. Vidal de ganar tantos diputados que le permitieran manotear la presidencia de Diputados quedaron en mera expresión de deseos.


La derrota del Frente de Todos se nota en el súbito despertar de Alberto Fernández con actividades, pronunciamientos y hasta actos públicos que no existieron en estos casi dos años de mandato. El hombre caminó al borde del abismo y quiere pisar tierra firme.


Otra admisión de la derrota viene por el lado de Cristina, sumida en un silencio casi sepulcral, como si no tuviera nada que decir, muy raro en la máxima dirigente del kirchnerismo, o como si quisiera dejarle a Alberto Fernández las luces de la escena.


Los ganadores también tienen sus problemas. Hay patadas por abajo de la mesa que pegan los radicales Gerardo Morales, Alfredo Cornejo y Facundo Manes, pidiendo un protagonismo central para el viejo partido que De la Rúa dejó en ruinas.


También, y es más importante, creció la interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri. No es entre palomas y halcones sino entre caranchos. La bandada (léase banda) de Macri utiliza como ariete a Patricia Bullrich, quien presume de su rol en las victorias en el interior frente a los triunfos más ajustados en Buenos Aires y CABA.


Si bien las peleas internas son un poco tóxicas, las más tolerables se dan en el campamento de los vencedores tácticos. El ambiente general suele ser de mejor onda y hay más para repartir.


Más allá de cómo votó cada argentino, fue una campaña superficial y deprimente, muy coucheada, sin propuestas sobre los grandes temas que afligen a la población. Inflación, desempleo, pobreza, deuda externa, monopolios, presos políticos, inseguridad, injusticias, etc, quedaron como asignaturas pendientes.


VAN A PAGAR AL FONDO

El gobierno vino postergando todo lo que pudo, e incluso lo hará un poco más, posiblemente hasta marzo, pero en el mensaje el presidente, el domingo 14 a la noche, admitió que está en el tramo final del acuerdo con el FMI para pagar la deuda fraudulenta contraída en 2018 por Macri.


Fernández lo había planteado varias veces y el ministro Martín Guzmán también. Desde 2020 lo vienen anunciando, pero ahora tuvo un carácter más concreto e institucional. Concreto porque AF anunció que en la primera semana de diciembre elevará al Congreso una ley con un plan plurianual conteniendo las metas que se busca acordar con la entidad financiera mundial. E institucional porque no hubo portavoz ni delegado. Fue el jefe de Estado quien lo informó y no en un discurso espontáneo ni en un acto político, cuando suele haber deslices de lenguas, sino en un mensaje grabado, telepronter amigo de por medio.


La fecha tentativa de marzo tiene que ver con que ese mes vencen 4.000 millones de dólares del préstamo, iniciando vencimientos que en todo el año ascienden a 19.000 millones. Una cantidad igual vence en 2023. Y por supuesto el país no tiene esas divisas, además de que – aún si las tuviera – sería un despropósito y peor aún, una burrada usarlas para pagar una estafa. Los 45.000 millones de dólares que concedió el Fondo no sirvieron para hacer ni una escuela, hospital ni ruta. Macri contó en CNN que se usaron para pagar a los bancos comerciales que amenazaban con irse del país por temor a un regreso del kirchnerismo. A otro medio local concentrado agregó otra mitad de su verdad: habían servido para consolidar su gobierno con vistas a una reelección.


¿Qué hacer con semejante deuda? Fernández y Guzmán dijeron que van a pagar y solamente discutirán “un acuerdo sustentable”, sin aclarar dónde está la línea divisoria entre lo sustentable y lo que no. Ambos han declarado que Cristina está de acuerdo en eso, con ellos. El silencio de la vicepresidenta otorgó veracidad a esos dichos ajenos.


Un periodista afín al gobierno, como Horacio Verbitsky, escribió hoy en El Cohete que el acuerdo será por diez años y no por veinte, como había solicitado el gobierno. Y que tampoco habrá baja de sobretasas que se cobran a los países que recibieron créditos por encima de su cuota parte en la entidad.


Así las cosas, el panorama es tristísimo para argentinos y argentinas. Antes de hablar de las consecuencias financieras, es tristísimo en política porque el Estado convalidará y pagará una deuda odiosa e ilegítima, en vez de auditarla primero para analizar sus componentes ilegales y fraudulentos, que por supuesto los tiene. También es tristísima la solución elegida porque supondrá aceptar lo que el Fondo exigió: que la oposición política y los monopolios de la economía den su visto bueno al “plan plurianual” y los compromisos a firmar.


Las cartas para lograr que Rodríguez Larreta, Macri, Bullrich y Morales avalen aquello son muy discutibles y se reducen a una: “a ustedes les conviene este acuerdo porque pueden ser gobierno en 2023 y no querrán recibir un país en default”.


Para lograr la adhesión del establishment hay otras más convincentes. Los proyectos de leyes enviados por el gobierno peronista suponen que por cuatro años no habrá aumentos de retenciones para el complejo agroindustrial y por veinte años para las petroleras. Dólares son amores.


Para la mayoría de los 6 millones de jubilados que en diciembre ganarán la friolera de 29.062 pesos, para los 18.5 millones de pobres y los 4.9 millones de indigentes, para los millones de trabajadores que ganan por debajo de la línea de pobreza (para una familia tipo, de 72.365 pesos), etc, los acuerdos con el Fondo son como una sentencia a perpetua, equivalente a vivir 25 años tras las rejas de un ajuste. Lo deseable es que se rebelen y no acepten ese castigo injusto y prolongado.


LA INSEGURIDAD

La cuestión de la inseguridad recién entró con fuerza en la recta final de la campaña, con el asesinato de un kiosquero en La Matanza a manos de dos delincuentes. Como el distrito es políticamente del FDT de Fernando Espinoza y más arriba a Axel Kicillof como gobernador (y a Cristina, por sus votos en la provincia), los medios concentrados dieron mucha manija a ese repudiable crimen. Era obvia la intención de pegar el crimen a la responsabilidad exclusiva del peronismo.


Sin embargo en la semana que termina hubo tres crímenes diferentes, donde las responsabilidades políticas y jurisdiccionales son variadas, como para demostrar que es un problema no partidario.


El joven Lucas González, de 17 años, murió baleado por policías de Rodríguez Larreta mientras iba en auto por Barracas, CABA, con tres amigos. Tuvo mucha repercusión, por ser un crimen horrendo; además hubo un plus de los medios oficialistas para salpicar al presidenciable de Cambiemos.


Otro fue en la provincia de Buenos Aires, donde una persona fue detenida por armar bardo en la puerta de un hotel, siendo trasladado a una comisaría de la Bonaerense. Y horas después se lo encontró muerto por asfixia en un calabozo, siendo imputados 9 efectivos de esa fuerza que revista bajo el ministro de “Seguridad”, Sergio Berni.


El tercer caso ocurrió en Río Negro, donde la policía provincial baleó a mapuches en la Cuesta del Ternero, asesinando a un joven, Elías, e hiriendo a otro, Gonzalo, en el desalojo de la comunidad mapuche del lof Quemquemtrew. La gobernación de Arabela Carreras, de Juntos Somos Río Negro, es un híbrido degenerativo tipo Schiaretti pues estuvo en el Frente para la Victoria entre 2004 y 2011 y después viró a la derecha con Alberto Weretilnek.


Los tres ejemplos son representativos de un problema nacional. La solución que plantea la derecha, en un arco que une a Berni, Bullrich, Macri, Pichetto, Espert y Milei, tiene un aspecto central policial y represivo. Sean mapuches, jóvenes de barrios, mujeres humildes de Guernica o Villa 31, etc, hay que reprimirlos. En eso coinciden. A lo sumo pueden tener diferencia de calibres en las armas a usar. Leandro Santoro proponía las pistolas Taser. Alverso y Aníbal Fernández enviaron gendarmes a Río Negro, a pedido de Carreras y el peronismo tuvo 12 años a Pichetto como presidente de su bancada en el Senado.


¿Hay un modelo de país con una seguridad que no sea lograda a los balazos? Existe. Es Cuba. Un país seguro, sin robos, crímenes, ni gatillo fácil ni cárceles para graduarse de delincuentes y reincidir en el delito. ¿Cómo lo logró? No fue fácil porque tuvieron que hacer una revolución social. Desde entonces mantuvieron la seguridad con una sociedad igualitaria, sin ultrarricos y superpobres, sin gobernantes con offshore ni ministros CEOs de multinacionales, con un elevado nivel cultural y educacional de la población. Su justicia y policía están empapados de esos mismos valores humanos.


Y sobre todo, Cuba está libre del narcotráfico. En julio de 1989 A Fidel Castro no le tembló el pulso para hacer juzgar, condenar y fusilar al general Raúl Arnaldo Ochoa y tres jefes militares que se habían asociado a Pablo Escobar y enviado 6 toneladas de cocaína de Medellín a EE UU. Ochoa era Héroe de la República por su jefatura militar en Etiopía y Angola, y no tuvo impunidad.


Sin narcotráfico, gobernantes corruptos, policías de gatillo fácil y, sobre todo, sin valores culturales de consumismo como los de Yanquilandia, se puede vivir una vida más digna. Sin tantos balazos, chorros, patrulleros y cárceles. Escuelas en vez de cuarteles. Esa es la gran lección cubana que conviene aprender.


114 visualizaciones0 comentarios

Comments


bottom of page