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No es cuestión de cambiar de ministro sino de rumbo político

LA SEMANA POLÍTICA



Renunció Guzmán, que firmó el acuerdo con el FMI.


SERGIO ORTIZ

6 de julio de 2022


CHAU GUZMÁN

El sábado 2 de julio, cuando Cristina Fernández de Kirchner hablaba en Ensenada con motivo del 48 aniversario del fallecimiento del general Perón, tuvo que compartir la audiencia con una noticia que afectaba al gobierno. Es que a esa hora el ministro de Economía, Martín Guzmán, colgaba en las redes las 7 páginas de su renuncia. Era uno de los funcionarios más cuestionado por la vicepresidente. Es evidente que el largo texto de su renuncia lo tenía escrito de antes pero eligió el momento justo para llamar la atención del país.


Fuera de los empleados del ministerio de Economía, que lo despidieron con algunos aplausos, la salida de Guzmán no provocó muchas lágrimas. Se ve que la percepción de las masas no es la misma del economista, que en su texto enumera supuestas victorias de su plan económico, compartido con el FMI. Parecía la despedida de un exitoso campeón mundial y no un ministro que se estaba yendo al descenso. La última piña se la había dado días atrás la inflación, que en los primeros cinco meses del año fue del 29.3 por ciento. El discípulo de Joseph Stiglitz dio el portazo antes que el Indec informara de la inflación de junio, que andará en el 5, con lo que para todo 2022 rondará el 70.


Para el renunciante todas serían buenas noticias económicas, pero cada una merece alguna refutación. Por ejemplo, se vanaglorió de que en su gestión se habían creado 1.1 millón de empleos. Los nuevos empleos formales son sólo 200.000; sí hubo centenares de miles de monotributistas, autónomos y precarizados.


Escribió también que en 2021 el Producto Bruto Interno aumentó el 10.4 por ciento. Cierto. Tan cierto como que en el 2020 había descendido el 10 por ciento. Citó que este año ese PBI aumentará un 4 por ciento, lo que puede ser cierto, pero eso sería menos de la mitad del crecimiento del año pasado. Y visto en perspectiva inmediata, parece más un cierto rebote que viene del 2021 que de una reactivación sostenida en el 2022. Desde que se firmó el acuerdo con el FMI, por el que éste cogobierna, son ostensibles las señales de enfriamiento de la economía, caída del consumo, alza de tasas de interés y mayores precios internos, al ritmo de avance de la cotización del dólar.


En la despedida que quiso ser triunfalista el ex ministro se ufanó de que en la renegociación de la deuda con los bonistas privados, el país se había ahorrado 35.000 millones de dólares. Una verdad a medias. La verdad verdadera es que -con esos descuentos - el club de Larry Fink de BlackRock y demás acreedores privados lograron un reconocimiento a sus devaluados títulos casi igual al solicitado desde el inicio. Y a partir de 2024, cuando se empiecen a pagar esos bonos renegociados y los vencimientos del nuevo acuerdo con el FMI, entre ambos costarán a Argentina entre 15.000 y 19.000 millones de dólares anuales, imposibles de pagar.


HOLA BATAKIS

Dos días después de la salida de Guzmán, juró como reemplazante Silvina Batakis, ex ministra de Economía del segundo mandato de Daniel Scioli como gobernador de Buenos Aires (2011-2015) y actualmente en una secretaría en el ministerio del Interior, de Eduardo De Pedro.


A favor de su futura gestión se podría, potencial, pensar que no tendría tanta interna y disputas con funcionarios cristinistas de la secretaría de Energía y con la misma Cristina, como las que tuvo su antecesor. Su designación habría sido consensuada entre el presidente y la vice, que además de un primer diálogo telefónico luego cenaron en Olivos. Dicen que Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, habría sido la amable componedora que facilitó ese diálogo que no existía en los últimos tres meses.


Eso puede jugar a favor de Batakis y el nuevo equipo económico, que al momento de escribir esta Semana Política, aún no se conoce. En una recorrida por dos medios afines al gobierno (C5N y El Destape) y posteriormente en declaraciones al resto de los medios, tras jurar en el cargo, la ministra ratificó en general el rumbo económico que venía piloteando Guzmán.


Insistió en que son importantes el “equilibrio fiscal”, monetario y el aumento de las reservas vía las mayores exportaciones. Reiteró la vigencia del acuerdo con el FMI aunque admitió que algunas metas podrían rediscutirse. Sobre los salarios dijo bien que no son factor de inflación pero que van a mejorar muy paulatinamente, no en el corto tiempo. “No será en poquitos meses” dijo, cuando se necesitan aumentos salariales y jubilatorios urgentes, que le ganen a la inflación y superen la línea de pobreza de casi 100.000 pesos para una familia tipo.


La ministra tampoco cuestionó el accionar de los monopolios, en particular los formadores de precios que son en última instancia responsables de la altísima inflación. Guzmán y el presidente Alberto Fernández eran de diálogo fluido con los popes de la Unión Industrial, la AEA, el Consejo Argentino Agroindustrial, la AmCham y otras entidades de esa clase oligárquica. Ese mismo diálogo también lo mantuvieron con Paolo Rocca, de Techint; Luis Pagani, de Arcor; Daniel Funes de Rioja, de la COPAL; y los CEOs de Toyota, Syngenta y otros pesos pesados.


La línea política trazada por Fernández es el “acuerdo económico y social”, con esos grupos concentrados, y para ello quiere persuadirlos de acompañar a su gobierno. Para lubricar ese apoyo, ya en tiempos de Guzmán y Kulfas, con la venia del presidente, se elaboraron proyectos de leyes de ampliación de beneficios para los agroexportadores, las automotrices, las gasíferas y petroleras.


¿Acaso Batakis irá en contra de esa doctrina tan típicamente peronista, de la unidad capital-trabajo, fomentada por quien recordaban con tanta nostalgia el 1 de julio en el edificio de la CGT?


Cada ministro y su equipo pueden imprimir ciertos matices diferentes respecto a la gestión anterior. Pero no parece que vaya a haber cambios sustanciales de orientación político-económica. La profunda crisis amerita un cambio total de política y de brújula. Hay que ir en dirección contraria a los monopolios y los dictados del FMI, contra los banqueros y agroexportadores, contra los grupos que monopolizan la energía y los que fugaron los 86.200 millones de dólares durante el macrismo.


Lo harán este gobierno y esta nueva ministra? No. No lo harán, salvo que una fuerte tormenta social y política de signo popular les vuelen los flequillos, jopos y peinados reclamando soluciones de fondo, como ser anular el acuerdo con el FMI.


SOLUCIÓN ANTIIMPERIALISTA

No se trata de cambiar de figuritas. Hay que cambiar la política de claudicación y capitulación ante el imperio, pero sigue esta línea. Por ejemplo, se recibió al embajador de EE UU, Marc Stanley, en el Senado, como un héroe y un amigo, para que aconseje a todas las bancadas votar leyes que favorezcan la inversión extranjera.


¿Adónde quieren invertir, según el embajador?. Lo dijo sin vueltas: “esa es solo una de las oportunidades que tiene este país: el viento que viene de los Andes, el sol, el hidrógeno verde. Los recursos naturales increíbles que tienen, los minerales... Este país todos los componentes para despegar y eso es muy importante”. O sea, el imperio quiere que Argentina siga siendo una neocolonia, con un desarrollo capitalista dependiente centrado en productos agrícolas y minerales, y algo industrial.


En política elogió cómo fue aprobado en forma bipartidista el convenio semicolonial con la entidad de Kristalina Georgieva. Textual: “ambas cámaras del Congreso se unieron para avanzar. Me complace la colaboración entre ambos lados y que avancen con el FMI”.


En medio de la crisis están pendientes muchas cosas de fondo, aunque muchos políticos de aquellos dos partidos, y de otros, se centran en conciliábulos y zancadillas pensando en los comicios del 27 de octubre de 2023. Faltan 479 días. Una eternidad, cuando la gente sencilla padece la carestía, falta de empleo, alta inflación y los ingresos que no le alcanzan al 80 por ciento de los empleados formales y menos aún a los jubilados e informales.


En esta coyuntura tan dramática habría que discutir los asuntos más urgentes e importantes para nuestro pueblo y buscar soluciones.


Por ejemplo, la inflación. El FDT y muchísimo menos el macrismo, no piensan pegar duro a los monopolios formadores de precios, con multas, suspensiones, cierres y, llegado el caso, la nacionalización de determinadas empresas, como se debió haber hecho con Vicentín en junio de 2021.


Otro ejemplo: los planes sociales. El ministro Juan Zabaleta no quiere más altas del Potenciar Trabajo, que tienen 1.2 millones de personas agrupadas en los movimientos sociales y perciben en junio 22.770 pesos. Un sector cristinista, La Cámpora y Juan Grabois, presentaron un proyecto de Salario Básico Universal (SBU), de 14.000 pesos para 7,4 millones de personas. De ambos, es mejor este último por su mayor amplitud, no así por el monto propuesto. Lo mejor es lo que se pagó como Ingreso Familiar de Emergencia en 2020: 10 millones de personas cobraron 10.000 pesos. Lo lógico sería que ahora lo perciban 10 o más millones de argentinos y argentinas, por 40 o 50.000 pesos, la mitad de la Canasta Básica Total.


La objeción del gobierno, la oposición y los medios hegemónicos, reproduciendo a sus amos de la UIA, AEA y Sociedad Rural, es que esos planes y SBU son imposibles porque supondrían más déficit fiscal y emisión.


No es así. Se pueden financiar perfectamente si el Estado echa mano de fuertes recursos. A saber, anula el acuerdo con el FMI y no paga la deuda externa fraudulenta, al menos hasta una auditoría con expertos nacionales (Olmos Gaona) e internacionales (Eric Toussaint, de CADTM).


También se impone penalizar a los 100 primeros grupos económicos que fugaron 24.679 millones de dólares entre 2015 y 2019, comenzando por Telefónica, Clarín, Pampa Energía, Techint, Arcor, etc.


En tiempos de crisis hay que poner fuertes impuestos a las grandes fortunas, por ley, todos los años y con altas alícuotas.


También nacionalizar el comercio exterior hoy dominado por Cargill, ADM, Viterra-Glencore, AGD, Cofco, Bunge, etc. De ese modo no se subfacturarían exportaciones ni sobrefacturarían importaciones como hasta hoy: aquellos se quedan con los dólares afuera de lo que subfacturan y compran dólares baratos al Central por lo que sobrefacturan.


Recursos y divisas hay. No es una locura ni imposible financiar esas mejoras en salarios, jubilaciones y planes. Lo que demanda básicamente es un proyecto político antiimperialista por parte de quienes gobiernan. “Esa te la debo”, decía Macri y vale para Alverso.


Los de abajo, en cambio, necesitan mejorar el bolsillo y estómago, pero también un proyecto político. Este 9 de julio se vuelve la mirada a los congresales de Tucumán que en 1816 declararon la independencia de los reyes de España y toda otra dominación extranjera. Hoy cogobierna el FMI, la AmCham y Cargill, en un país capitalista de fuerte impronta neocolonial y agroexportador. Si nos viera San Martín, mamita, mamita...


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